SERMON#648 – Grados de Poder Presentes en el Evangelio – Charles Haddon Spurgeon

by Apr 27, 2022

Este sermón fue originalmente traducido por http://www.spurgeon.com.mx/ . Todos los créditos del trabajo son para este ministerio. Encuentra el link original a la traducción aquí:http://spurgeon.com.mx/sermon648.html

 

“Por cuanto nuestro evangelio no llegó a vosotros sólo en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo, y en plena convicción. Vosotros sabéis de qué manera actuamos entre vosotros a vuestro favor.” 1 Tesalonicenses 1:5

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Pablo estableció aquí dos cosas que son absolutamente necesarias para el éxito en el ministerio cristiano. Él llamaba al Evangelio: “nuestro Evangelio”, y esto es absolutamente esencial para un siervo enviado por Jesucristo. Pablo, Silas y Timoteo hablan aquí al unísono y declaran que la palabra que predicaban les era propia en un sentido especial: cada ministro auténtico debe ser capaz de lo mismo; nosotros mismos debemos ser salvos antes de que prediquemos la salvación a los demás. “Creí; por tanto, hablé,” dice el Salmista. “Nosotros también creemos, y por tanto, hablamos,” dice todo el colegio de los apóstoles. Sin fe, el maestro religioso es simplemente un hipócrita que no merece respeto.

Sin embargo, el ministro cristiano no solamente debe creer en la verdad que afirma, sino que la debe haber experimentado en sí mismo. El agricultor que labora debe ser el primer partícipe del fruto de su trabajo. Antes de que Ezequiel entregara al pueblo las profecías escritas en el rollo, vino una voz a él: “Oh hijo de hombre, llena tu estómago con este rollo.” Y el profeta no solamente se lo llevó a la boca, donde le supo dulce como la miel, sino que descendió hasta sus entrañas para mezclarse con su más íntimo ser. Nosotros mismos debemos sentir el peso de esa carga del Señor que proclamamos a los demás o de lo contrario no seremos ministros de tipo apostólico. Seremos más bien descendientes de los hipócritas fariseos que ataban cargas pesadas, difíciles de llevar, sobre los hombros de los hombres, pero ellos mismos no las querían mover ni aun con el dedo.

El apóstol Pablo, con la debida corrección, podía llamar al Evangelio su propio Evangelio. Él había experimentado de manera singular, camino a Damasco, toda su invencible potencia. Y después, en medio de muchas pruebas, de múltiples dificultades, de diversas experiencias, en furiosas tentaciones, había hecho propias cada una de las verdades de la Escritura, habiendo probado su dulzura, su fortaleza, su consuelo y su poder. ¡Joven amigo, no pienses en predicar mientras no tengas la Verdad de Dios escrita en tu propia alma! ¡Es como si quisieras ser el piloto de un gran trasatlántico y atravesar el océano sin conocer los principios de la navegación! Atreverte a meterte por tu cuenta en el ministerio cristiano sin que el Evangelio sea tuyo, equivale a hacerte embajador sin la aprobación de las autoridades de tu país.

Ningún programa de entrenamiento en Oxford o en Cambridge o en ninguna otra parte, ningún esquema de enseñanza de los clásicos o de las matemáticas te puede hacer eventualmente ministro de Jesucristo, si no tienes el requerimiento básico que consiste en un interés personal en la salvación por Jesucristo. ¡Qué! ¿Presumirás de ser un médico mientras la lepra invade tu rostro? ¿Intentarás colocarte entre los vivos y los muertos cuando tú mismo estás vacío de toda vida espiritual? A los sacerdotes de los tiempos antiguos se les untaba sangre en su dedo pulgar, en el dedo del pie y en su oreja para indicar que estaban consagrados por entero. ¡Y ninguno de nosotros debe querer ejercer algún oficio para Dios en medio de su pueblo hasta no haber conocido primero el poder que proviene de la sangre del Señor Jesucristo que limpia, revive, refina y santifica!

Debe ser nuestro Evangelio antes que ni siquiera pensemos en aspirar al elevado y santo oficio del ministerio del Evangelio. Pero sólo esto no es suficiente. El ministro cristiano, si quiere imitar a Pablo, debe ser muy cuidadoso de su manera de vivir en medio de su pueblo. Debe poder decir sin avergonzarse: “Vosotros sabéis de qué manera actuamos entre vosotros a vuestro favor.” La generosidad debe ser nuestro atributo más prominente; todo debe hacerse pensando en nuestra gente. Y también debemos mostrar en nuestras vidas la verdad de nuestra profesión generosa. ¡Oh Dios, cuánta gracia se necesita para que tus siervos estén libres de la sangre de todos los hombres y den un verdadero testimonio de su ministerio!

No hemos sido nombrados para estar como simples postes que señalan el camino, indicando la ruta a seguir con una precisión sin vida y con una frialdad carente de entrega. Muchos han hecho esto; mientras muestran el camino a los demás, nunca se aventurado en él, ni un paso siquiera. Tales hombres serán al fin juzgados de manera terrible. ¡Somos nombrados para ser los guías de los peregrinos sobre los montes de la vida y estamos obligados a apoyar sus pasos y a andar el camino nosotros mismos! Escalando cada Colina de Dificultad y descendiendo a cada Valle de Humillación, debemos mantenernos gritando al grupo de peregrinos: “Sed imitadores de mí y prestad atención a los que así se conducen, como seguidores de Cristo Jesús.”

No nos corresponde a nosotros decir: “¡Vayan!” sino “¡Vengan!” No podemos invitarlos a hacer algo que nosotros no hayamos hecho primero. Es una situación muy trágica cuando el predicador está obligado a decir: “Hagan lo que digo, no lo que hago.” ¡El mal testimonio ahoga la mejor predicación! Una vida santa, un compromiso intenso, un anhelo apasionado por las almas, una importuna oración vehemente, humildad y sinceridad deben mezclarse entre sí de tal manera en nuestra vida y en nuestra conversación, que habiéndonos apropiado del Evangelio, estemos plenamente capacitados para el trabajo del ministerio cristiano; “a vuestro favor” para que ustedes que nos soportan no nos encuentren como siervos inútiles en el día del Señor Jesucristo.

Habiendo dicho todo esto acerca del ministerio en sí, observamos que nuestro texto trata principalmente con el tema de los oyentes, y por tanto tiene una voz para ti. Vamos a usar el texto para dos propósitos: primero, como medio de diferenciación. Segundo, para instrucción.

I. El texto sugiere, y por cierto esto lo hace de manera muy fuerte, una DIFERENCIACIÓN que prueba de manera completa los corazones. Un modo de examinarnos a nosotros mismos, por medio del cual nuestra elección puede ser confirmada y nuestra falta de regeneración puede ser descubierta. El Evangelio viene a todos los que lo oyen. En nuestra propia tierra, especialmente entre quienes asisten constantemente a los lugares de adoración, el Evangelio viene a todos. Si entiendo la Escritura de manera correcta, es el mismo Evangelio el que viene tanto al no regenerado como al regenerado. Y mientras que a los unos es “olor de muerte para muerte,” a los otros es “olor de vida para vida,” sin embargo la distinción no está en el Evangelio sino en la forma en que es recibido o rechazado.

Algunos de nuestros hermanos que están muy ansiosos de llevar a cabo los decretos de Dios en vez de creer que Dios puede llevarlos a cabo por Sí mismo, siempre están tratando de hacer distinciones en su predicación. ¡Predican un Evangelio a un conjunto de pecadores y otro a otra clase diferente! Son muy diferentes a los viejos sembradores que, cuando salían a sembrar, sembraban entre espinas y en los pedregales y junto al camino. Estos hermanos, con profunda sabiduría, se esfuerzan por encontrar cuál es la buena tierra. Insisten mucho en que no se debe tirar ni siquiera un simple puñado de invitaciones si no es en el terreno preparado.

Son demasiado sabios para predicar el Evangelio a los huesos secos que están en el valle, como Ezequiel lo hizo mientras todavía estaban muertos. ¡Ellos no sueltan ni una Palabra del Evangelio mientras no haya un pequeño estremecimiento de vida entre los huesos! Y sólo entonces comienzan sus operaciones. No consideran su deber ir a los caminos y a los callejones para invitar a todos, a todos lo que encuentren, a venir al banquete. ¡Oh, no! ¡Son demasiado ortodoxos para obedecer la voluntad del Señor! Esto significa que ellos quieren hacer algo que es innecesario. No tienen la suficiente fe o no han sometido su voluntad lo suficiente a los mandamientos supremos del gran Señor para hacer eso que solamente la fe se atreve a hacer, esto es, ¡gritar a los huesos secos que vivan, decir al hombre de la mano paralizada que extienda su mano o pedirle al paralítico que tome su camilla y ande!

Me parece que no querer presentar a Jesús a todos los hombres sin importar su condición y abstenerse de invitarlos a venir a Él es un gran error. No encuentro que David adaptara sus consejos a la habilidad de los hombres. David da un mandamiento a los impíos: “Y ahora, oh reyes, sed sabios; aceptad la corrección, oh gobernantes de la tierra. Servid a Jehovah con temor y alegraos con temblor. Besad al hijo, no sea que se enoje y perdáis el camino; pues se enciende de pronto su ira.” No se abstuvo de exhortarlos porque fueran tan rebeldes que no querían y no podían besar al rey. ¡No! ¡Les dijo que lo hicieran ya fuera que pudieran hacerlo o no!

De igual manera con los profetas. Ellos dicen valientemente: “Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras acciones de delante de mis ojos. Dejad de hacer el mal. Aprended a hacer el bien.” Uno de ellos exclama de manera contundente: “Adquirid un corazón nuevo y un espíritu nuevo,” (Ezequiel 18:31). Y sin embargo, no dudo que él estaba perfectamente de acuerdo con ese otro profeta que enseñó la incapacidad del hombre por medio de aquellas dos memorables preguntas: “¿Podrá el negro cambiar de piel y el leopardo sus manchas?” Estos hombres nunca pensaron que tenían que seleccionar lo que tenían que predicar, según el grado de poder de sus oyentes. ¡Ellos consideraron el poder que habita en su Dios que hace que Su Palabra sea efectiva!

¡Y ocurrió con los apóstoles lo mismo que sucedía con los profetas! Pedro gritó a la multitud congregada alrededor de la puerta del templo llamada Hermosa: “Por tanto, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados.” Ellos presentaban el Evangelio, el mismo Evangelio tanto a los muertos como a los vivos; el mismo Evangelio a los no-elegidos como a los elegidos. El punto distintivo no está en el Evangelio sino en si es aplicado por el Espíritu Santo o es dejado para que sea rechazado por el hombre. ¡Vemos en el texto que el mismo Evangelio viene para todos! Y el punto distintivo está más allá, es decir, en la aplicación de ese Evangelio en el corazón.

1. En primer lugar, el Evangelio viene para algunos solamente en palabras. Aun aquí hay diferentes niveles. Para algunos solamente viene en palabras de una manera tal, que escasamente saben de lo que se trata. Algunos de ustedes van a un lugar de adoración porque eso es lo correcto. Se sientan en sus asientos y aguantan sentados durante una hora y media más o menos como una penitencia. Cuando han hecho eso sienten que han llevado a cabo un acto muy propio. Pero no tienen la menor idea de lo que trató el mensaje. Puede decirse de ellos que oyendo no oyen pues sus oídos son tardos y pesados.

No conocen más de la mente Divina que los hombres que acompañaban a Saulo en el camino a Damasco que oyeron una voz, pero no vieron a ningún hombre. Yo creo que una gran mayoría de los que asisten a las iglesias no entiende más de lo que trata la predicación, de lo que entendía el ayudante de Jonatán cuando corrió tras las flechas. David entendió su significado muy bien: “Pero el muchacho no entendió nada.” Son demasiados los adoradores de un Dios desconocido que son insensibles, soñolientos e incapaces de pensar.

Para otros, la Palabra viene en un sentido un poco mejor, pero todavía en palabras solamente. La oyen y la entienden en teoría, y probablemente están más contentos con ella, especialmente si es entregada de una manera adecuada a su gusto, o si puede ser alabada por su entendimiento. Oyen y no olvidan tan rápido.

Ellos pueden recordar y son gratificados con ilustraciones, verdades doctrinales y otras cosas similares. Pero cuando se ha dicho esto, se ha dicho todo. El Evangelio permanece en ellos como ciertas potentes drogas permanecen en los frascos de las farmacias. Están allí pero no producen ningún efecto. El Evangelio viene a ellos como un cañón descargado guardado en su cobertizo, o como un barril de pólvora almacenado en un depósito, no hay fuerza en él porque el fuego del Espíritu de Dios está ausente. El predicador da azotes al aire y latigazos al agua. Corteja al viento e invita a la nube cuando predica a gente así. Oyen pero oyen en vano; son insensibles como el acero.

Para otros viene de una manera preferible, aunque todavía sólo en palabras. Realmente son afectados por él y las lágrimas corren por sus mejillas. Difícilmente saben cómo sentarse. Resuelven que cuando lleguen a casa van a orar. Piensan en enmendar sus vidas. Las locuras pasadas y los riesgos presentes desfilan ante ellos y de alguna manera están alarmados. Pero la nube de la mañana no es más permanente ni el rocío temprano se desvanece más pronto que todas estas buenas cosas. Ellos contemplan su rostro natural a través del cristal de la Palabra, pero una vez que salen, olvidan qué clase de hombres son, puesto que la emoción sentida es producida por las palabras y no por el Espíritu y la Vida de la Verdad de Dios.

¡Queridos hermanos y hermanas, los hombres lloran en el teatro! ¡Y lloran con más llanto allí que en muchos lugares de adoración! Por lo tanto, simplemente llorar por la influencia de algún sermón no es señal de haber obtenido algún beneficio de él. Algunos de mis hermanos predicadores son expertos en desenterrar a los muertos. Te llevan a las urnas funerarias de tus padres o te recuerdan a tus pequeñitos que han partido y posiblemente son el medio de introducir mejores sentimientos mediante este tipo de trabajo sobre las emociones. Pero yo no estoy tan convencido de eso. ¡Me temo que buena parte de las santas lágrimas derramadas por ojos humanos en nuestros lugares de adoración no es más valiosa que el agua bendita colocada junto a la puerta de entrada de las iglesias católicas! Es simplemente agua de los ojos, después de todo, y no quebrantamiento del corazón.

La simple excitación producida por la oratoria es el arma que utiliza el mundo para obtener su fin. Necesitamos algo más que eso para los propósitos espirituales. Si pudiéramos “hablar en lenguas de hombres y de ángeles” y conmoverlos hasta alcanzar el entusiasmo que Demóstenes generaba en los antiguos griegos que lo escuchaban, todo eso no serviría de nada si sólo fuera el efecto del lenguaje apasionado del predicador y su fuerza al expresarlo. El Evangelio habría venido a ustedes “en palabra solamente”. Y lo que es nacido de la carne es carne y sólo eso.

En este punto ¿puedo preguntar muy solemnemente si no es cierto que algunos miembros de esta congregación conocen la verdad solamente en palabra? Hay una cierta clase de personas y algunas de ellas se encuentran presentes esta mañana, ¡que son oidores profesionales de sermones! Van un Domingo a escuchar al Sr. A. Y después otro domingo van a escuchar al Sr. B. ¡Y siempre llevan con ellos “sacarómetros” o sea instrumentos para medir la cantidad de dulzura en cada sermón! Y hacen una medición del estilo y de la manera del predicador. Registran todos los disparates que dice y deciden cómo puede ser mejorado. ¡Y lo comparan y lo contrastan con otros predicadores, como si fuesen probadores de té y están probando té Lipton o Laggs, o comerciantes de quesos probando queso Manchego o tipo Americano!

¡Algunos individuos de esta clase no son sino vagabundos espirituales sin una habitación ni una ocupación establecidas! Andan rodando de lugar a otro, poniendo atención a esto y aquello sin obtener ningún beneficio. Y en cuanto a hacer el bien, ese pensamiento nunca entra en su cerebro. No puedes esperar que el Evangelio venga a ti de ninguna otra manera sino sólo como una letra que mata, pues tú vas a oír el Evangelio como simples palabras. No buscas fruto; te sientes satisfecho si sólo ves las hojas. ¡No deseas ninguna bendición! Si desearas bendiciones las tendrías. Es a la vez uno de los hábitos más viles y más necios desperdiciar nuestro tiempo criticando constantemente a la Palabra de Dios y a los ministros de Dios.

Bien dijo George Herbert: “No juzgues al predicador, él es tu juez.” ¿Qué tienes tú que decirle al embajador de Dios? ¿Acaso que sus palabras no fueron bien dichas? Si Dios habla por él, Dios sabe quién es el mejor para hablar en su nombre. Y si su Señor envía a ese hombre, tengan mucho cuidado de no tratarlo mal, o pueden sufrir lo que aquellos hombre que trataron mal a los embajadores de David, lo que lo motivó a declararles la guerra.

2. De acuerdo al texto, hay otros para quienes la Palabra viene con tres acompañamientos. El Apóstol habla de “poder,” y del “Espíritu Santo,” y “plena convicción.” No creo que la Palabra de Dios venga a mucha a gente con todas estas tres cosas a la vez. Viene a una clase muy numerosa con “poder.” A un menor número viene con “poder y el Espíritu Santo.” Y a un círculo muy reducido de elegidos “en el Espíritu Santo, en plena convicción.” Si entiendo el significado de este pasaje, y no estoy muy seguro de ello como para dogmatizar, me parece que hay tres grados de efectos producidos por el Evangelio.

De cualquier manera, no estaremos equivocados si afirmamos que algunas veces hay un efecto producido por el Evangelio que puede ser llamado “poder,” pero que sin embargo, no es el poder que salva. Para muchos de ustedes, mis queridos lectores, la palabra de nuestro Evangelio ha venido con poder sobre sus entendimientos. Lo han oído, sopesado, juzgado y recibido como verdadero y como revestido de autoridad Divina. Su entendimiento ha estado de acuerdo con las varias proposiciones que hemos proclamado como doctrinas de Cristo. Sienten que no podrían hacer otra cosa. Estas Verdades de Dios tienen tanto sentido y se adaptan tan bien a la ruina de la naturaleza humana y a las mejores aspiraciones del hombre, que ustedes no dan patadas contra ellas, como hacen algunos. Ustedes están convencidos de la autenticidad y de la autoridad del Evangelio por el propio Evangelio.

Tal vez nunca han leído “Las Evidencias” de Paley y nunca han estudiado “La Analogía” de Butler, pero el propio Evangelio ha venido a ustedes con suficiente poder para ser su propio testigo ante ustedes y su entendimiento reconoce con gozo que esta es la Palabra de Dios y la reciben como tal. Ha hecho más que eso. Ha venido con poder a la conciencia de algunos de ustedes. Les ha dado la convicción de pecado. Sienten ahora que la justicia propia es necedad, y aunque todavía pueden complacerse en la justicia propia, lo hacen con los ojos abiertos. Ya no pecan ahora sin remordimiento como lo hacían antes, pues conocen un poco la pecaminosidad del pecado.

Más aún, se han alarmado con relación al fin último del pecado. El Evangelio les ha hecho conocer que la paga del pecado es la muerte. Sienten que no pueden vivir con quemaduras eternas. Su corazón no descansa cuando piensan en la ira venidera. Como Félix ustedes tiemblan cuando se les presenta el razonamiento de la “justicia y del juicio venidero.” Y aunque ustedes lo han hecho a un lado diciendo: “Sigue tu camino hasta que sea el tiempo adecuado para mí,” sin embargo ha venido a ustedes hasta ahora con un cierto grado de poder.

Más aún, ha tenido un efecto sobre sus sentimientos así como sobre sus conciencias. Sus deseos han sido despertados. A veces han dicho: “¡Oh, que yo fuera salvo!” De cualquier manera, han ido tan lejos como Balaam cuando dijo: “¡Muera yo la muerte de los justos!” Sus sentimientos de esperanza son activados. Ustedes esperan aún poder obtener la vida eterna y sus temores no están del todo muertos. Tiemblan bajo la Palabra de Dios. Las emociones naturales, que se parecen a las espirituales, han sido producidas en ustedes por los destellos de la Palabra a pesar de que todavía el Evangelio no ha venido con el Espíritu Santo. Más allá de todo esto, el Evangelio ha venido con poder a algunos de ustedes en sus vidas. Puedo verlos con placer ansioso porque sé que el Evangelio les ha hecho mucho bien, aunque no los ha salvado.

Lamentablemente hay otros para quienes ha sido durante un tiempo brida y freno. Pero luego se han alejado de él. Hay aquí quienes, como los perros, han vuelto a su propio vómito, y como la puerca lavada han vuelto a revolcarse en el cieno. Alguna vez tuvimos esperanza por ustedes, pero casi debemos dejar de esperar. Algunas personas corren hacia la borrachera después de períodos de abstinencia, después de haber conocido lo malo de ese pecado y de haber profesado odiarlo. La pasión ha sido demasiado fuerte y de nuevo han caído en esa profunda zanja en la que están pudriéndose muchas personas aborrecidas del Señor.

¡Oh, que Dios en Su infinita misericordia, traiga a sus almas el Evangelio con algo más que este poder común! ¡Que venga con “el Espíritu Santo” así como con poder! Ustedes pueden ver que hemos subido gradualmente hasta una considerable altura, pero ahora llegamos a una elevación mayor para hablar de la Gracia salvadora. Para muchos de mis lectores, como para los de Tesalónica, la Palabra ha venido “en el Espíritu Santo.” Hermanos y hermanas, no puedo describirles cómo es que el Espíritu Santo opera por medio de la Palabra. La obra del Espíritu es equiparada por algunos a algo tan misterioso como un nacimiento o como al soplar del viento. Es un gran secreto y por lo tanto no puede ser explicado.

Pero muchos de ustedes lo conocen experimentalmente. Antes que nada, el Espíritu Santo vino a ustedes como el gran Dador de Vida. Ustedes no saben cómo hizo que vivieran; pero esto sí saben, ¡que lo que no tenían antes, ahora sí lo tienen! ¡Saben que ahora arde en ustedes una chispa vital del fuego celestial muy diferente a esa chispa ordinaria de vida que estaba allí antes! ¡Mientras oían a la letra que mata, el Espíritu de Dios vino con ella y el Espíritu que da vida los hizo vivir con una vida nueva, más elevada y más bendita!

¡Ahora tienen dentro de ustedes a Jesucristo, que es la Vida y la Inmortalidad! ¡Ha comenzado el cielo dentro de sus corazones! ¡Han pasado de la muerte a la vida y nunca vendrán a estar bajo condenación! Para ustedes la Palabra de Dios ha venido con el Espíritu Santo en un sentido que revive. Después entró con un poder iluminador. Los iluminó en cuanto a sus pecados. ¡Cuánta negrura descubrieron en sus pecados cuando el Espíritu Santo proyectó una luz sobre ellos! Hermanos, no tenían ni la menor idea que eran tan pecadores como resultaron ser. ¡El Espíritu Santo los alarmó y los asombró con revelaciones de esa profundidad grande y sin fondo de depravación que ustedes descubrieron que se levantaba de sus almas!

Ustedes estaban alarmados, humillados, arrojados sobre el polvo. Tal vez comenzaron a desesperar. ¡Pero la misma iluminación del Espíritu vino a consolarlos, pues entonces Él les mostró a Jesucristo! ¡Les mostró el poder ilimitado de Su sangre para quitar sus ilimitados pecados! Les reveló Su deseo de recibirlos tal como eran, lo adecuado que es Él para su caso y condición. Y tan pronto como vieron a Jesús a la luz del Espíritu Santo miraron hacia Él y fueron aligerados y por lo tanto su rostro nunca ha sido avergonzado.

¡Así pues el Espíritu de Dios vino a ustedes como luz para disipar su oscuridad y darles gozo y paz! Desde entonces han experimentado al Espíritu Santo como su consolador. En medio de las sombras más profundas Él se ha levantado como la luz del sol sobre sus almas. ¡Él ha quitado sus cargas, el bendito Paráclito! Él ha traído a Cristo, y las cosas de Cristo a su memoria. Él ha abierto para ustedes preciosas promesas. Él ha roto la cáscara y les ha dado a participar del fruto del privilegio del Pacto de la Gracia. Él ha roto el hueso y les ha satisfecho con la médula y la grosura que provienen de las cosas profundas de Dios. Sus alas de paloma extendidas sobre ustedes, traen orden en medio de la confusión y dan un amable consuelo en medio de la adversidad.

Ustedes también han sentido las energías ardientes del Espíritu Santo. Él ha descansado en ustedes cuando han escuchado la Palabra, como Espíritu consumidor. El pecado de ustedes ha sido consumido por la venganza santa que ustedes sintieron hacia él. Han sido conducidos a grandes alturas de amor a Cristo, hasta poder cantar:

“¡Si tuviera yo mil lenguas,
ni una sola estaría callada!
Si tuviera yo mil corazones,
Todos los entregaría a Ti.”

¡Cuando el Espíritu Santo ha bendecido la Palabra, el corazón de ustedes ha sido como el altar del incienso con la llama siempre encendida y un dulce perfume ascendiendo, siendo aceptable al Altísimo!

¡Amados, ustedes también han sentido al Espíritu Santo con la Palabra como un espíritu de gozo! ¡Oh, la bendición que hemos sentido a veces! ¡Con mucha frecuencia siento mi espíritu abrumado, pero oh, el éxtasis que mi corazón ha conocido cuando el Espíritu Santo me ha mostrado mi elección eterna de Dios! ¡Mi unión con Cristo Jesús! ¡Qué delicias inundan al alma cuando lee del amor eterno, de fidelidad sin fallas, de afecto que nunca cambia y de un propósito que permanece firme como pilares de bronce y sólido como montañas eternas!

¡Y oh, amados míos, a veces sentimos el gozo extraordinario que anticipa la gloria que va a ser revelada! Mirando desde la cumbre del Monte Nebo vemos el paisaje que se extiende abajo, pero mejor aún de lo que Moisés pudo hacerlo, nosotros sí ya bebemos de los ríos que fluyen con leche y miel y cortamos frutos maduros de los árboles celestiales. En comunión con Cristo Jesús podemos probar el sabor de la gloria venidera. Entonces esto es recibir la Palabra “en el Espíritu Santo.” Amados, espero que sepamos lo que esto significa y para quienes no lo saben, que cada una de las almas vivientes eleve esta oración aquí: “Señor, que el Espíritu Santo vaya con la predicación de Jesucristo y que sea hecha efectiva para salvación.”

Amados, el punto más elevado en el texto es: “en plena convicción.” Si entiendo el pasaje, quiere decir esto: primero que estaban completamente persuadidos de su verdad y no tenían ninguna duda que los cegara o los hiciera tambalearse. Y segundo, ¡que tenían la más plena convicción posible de su interés en la Verdad entregada a ellos! Ellos eran salvos, pero mejor aún, ¡ellos sabían que eran salvos! ¡Ellos estaban limpios, pero mejor aún, ellos se gozaban en su pureza! ¡Ellos estaban en Cristo, pero lo que es más gozoso aún, ellos sabían que estaban en Cristo! No tenían ninguna duda, a diferencia de algunos de ustedes, ninguna sospecha oscura. ¡La Palabra había venido con tan bendita demostración que había barrido toda duda fuera de sus corazones!

De acuerdo con Poole la palabra griega usada aquí contiene la idea de un barco a toda vela, indiferente a las olas que se encrespan en su camino. Un barco de vela, cuando el viento es completamente favorable y sus velas abiertas lo están llevando directamente al puerto, no puede ser detenido por las crecidas olas. Es cierto que el barco puede mecerse pero no es desviado ni a la derecha ni a la izquierda. Las olas pueden ser del tamaño que sea pero el viento es lo suficientemente poderoso para sobreponerse a su movimiento en contra y el barco continúa su curso de frente.

Algunos cristianos reciben el Evangelio de esa manera. No tienen ni la menor sombra de duda acerca de su verdad. No experimentan ni siquiera el principio de una duda acerca del interés que sienten por él, y por lo tanto no tienen que hacer nada más. Con la fuerte mano de Dios sobre el timón y el viento celestial golpeando directamente en la vela, van por un camino directo, haciendo la voluntad de Dios y dando gloria a su nombre. ¡Que la Palabra venga a ustedes, queridos amigos, como viene a muy poca gente! ¡Que venga en “plena convicción,” así como en “poder,” y en el “Espíritu Santo”!

3. Dejaremos este primer encabezado del texto para hacer la observación de la manera en que son conocidos los elegidos de Dios. El Apóstol dice: “Porque hemos conocido, hermanos amados de Dios, vuestra elección.” ¿Cómo? ¡Sabiéndolo no porque tratamos de adivinar al respecto, no porque ustedes se preguntan si son pecadores que han despertado, o si son pecadores sensibles o insensibles! No porque se ha esperado para predicarles el Evangelio hasta que han estado preparados para recibir el Evangelio, sino predicándoles el Evangelio en el estado en que se encontraban y descubriendo quiénes eran los elegidos por esto: que los elegidos recibieron el Evangelio tal como vino: “en poder y en el Espíritu Santo, y en plena convicción.” ¡Esta es la prueba de la elección: el Espíritu Santo dando su bendición a la Palabra!

¡Y, queridos amigos, si el Espíritu Santo la ha bendecido para ustedes, no necesitan pasar las páginas misteriosas de los decretos Divinos, pues su nombre está allí! No es mi palabra la que afirma esto sino la Palabra de Dios. ¡Él no los hubiera traído al punto de sentir la vida del Espíritu Santo habitando dentro si no los hubiera destinado para vida eterna, desde el principio del mundo! Pero noten y observen por el texto que sigue, que ustedes tienen que dar una buena evidencia de que esto es así o no podemos decir, ni el propio Apóstol hubiera podido decir: “Porque hemos conocido, hermanos amados de Dios, vuestra elección.”

No podemos decir que el Evangelio ha venido a ustedes en el Espíritu Santo y en plena convicción a menos que se muestren los resultados correspondientes. Escuchen esta palabras: “También os hicisteis imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo; de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los creyentes en Macedonia y en Acaya. Porque la palabra del Señor ha resonado desde vosotros, no sólo en Macedonia y en Acaya, sino que también vuestra fe en Dios se ha extendido a todo lugar, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada. Pues ellos mismos cuentan de nosotros la buena recepción que tuvimos por parte de vosotros, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero y para esperar de los cielos a su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.”

Aquí pueden ver una imitación del ejemplo apostólico, una fe que llega a ser tan conocida que su fama se extiende, un gozo que no puede ser apagado por la aflicción misma, y una perseverancia que permanece a pesar de todas las dificultades. Pueden ver una conversión que renuncia a los ídolos más queridos y nos une a Cristo y nos hace velar y esperarlo a Él. Todas estas cosas son necesarias como pruebas que el Espíritu Santo ha acompañado a la Palabra. ¡Oh amados hermanos, quisiera que todos los miembros de esta congregación fueran no solamente convertidos, sino convertidos de tal manera que no hubiera ninguna duda al respecto! Quisiera que no solamente fueran cristianos, sino cristianos dando tales frutos que no pueda existir ninguna duda de que han recibido la Palabra “en plena convicción.”

Entonces será igualmente claro que ustedes son los elegidos de Dios. Que el Señor nos conceda que la palabra aquí sea como un poderoso imán colocado entre un montón de piezas de acero y de cenizas, capaz de atraer a todas las piezas hacia él. ¡Porque eso es lo que debe hacer el Evangelio; debe diferenciar entre lo precioso y lo vil! Debe ser el aventador de Dios para separar a Sus elegidos de los que son abandonados a su propia ruina. Y sólo puede hacer esto por la forma en que es recibido, demostrando la elección de los que lo reciben “en el Espíritu Santo.” Esto es suficiente en cuanto a la diferenciación.

II. Ténganme paciencia durante unos cuantos minutos más mientras usamos ahora el texto para una ENSEÑANZA PRÁCTICA. Es claro por el texto que no basta con predicar el Evangelio. Se requiere algo más que eso para la conversión de las almas. Muchas veces les he pedido que me ayuden, queridos hermanos, en la educación de nuestros jóvenes que han sido llamados para predicar el Evangelio, para que sean más eficientes en su ministerio, y ustedes amablemente me han ayudado.

Pero debemos recordar siempre que aunque Dios nos conceda el privilegio de enviarnos a cientos de sus siervos ministros, no habrá ni un solitario caso de conversión logrado por ellos mismos. ¡Queremos hacer todo lo posible para erigir nuevos lugares de adoración para esta ciudad (Londres) que crece rápidamente, y siempre es un día muy feliz para mí cuando veo que se termina una nueva casa de oración! ¡Pero ni una sola alma será llevada a regocijarse en Cristo Jesús por el simple hecho de construir un lugar de oración, o por la adoración que se celebra en ella! ¡Debemos tener la energía del Espíritu Santo! ¡Ese es el asunto verdaderamente importante!

¿Qué es lo práctico de esto? ¡Pues que se vuelve imperativamente necesario que oremos mucho a Dios para que venga el Espíritu Santo! Tenemos el espíritu de oración en medio de nosotros como iglesia. Les pido de todo corazón que no lo pierdan nunca. ¡Hay aquí algunos hermanos y hermanas que nunca faltan a nuestra gran reunión de oración de los lunes por la noche, y cuyas plegarias han atraído muchas bendiciones! Pero si quiero ser honesto debo decir que hay algunos que podrían venir si quisieran, pero muy raramente nos favorecen con su presencia. O mejor dicho, que raramente se conceden el placer de esperar en Dios en las reuniones de oración. Ustedes no son nuestros mejores congregantes. Nunca serán de los mejores miembros de nuestra congregación si se mantienen alejados sin tener una excusa justificable.

No les digo esto a quienes sé que deben estar ausentes. No lo digo para traer a las señoras que más bien deben atender a sus maridos o para atraer a los señores que deben estar atendiendo sus negocios. Pero lo digo para quienes sí pudieran estar aquí y que no sufrirían en nada por venir. Y debo aclarar lo que quiero decir con esto. Tengo mucho menos de qué quejarme en relación a esto que cualquier otra persona en la cristiandad, pues no he conocido ni he oído de ningún otro lugar cuya asistencia a las reuniones de oración mantenga una proporción tan buena y justa en relación a la reuniones dominicales que esta congregación.

¡Pero aun así, hermanos, queremos que TODOS ustedes oren! ¡Quisiera poder verlos a todos! Oh, sería un día muy feliz si pudiéramos ver este lugar lleno los lunes por la noche. No veo por qué no pueda ser así. Me parece que si sus corazones se encendieran completamente alguna vez podríamos llenar este templo en la reunión de oración. ¡Y qué bendiciones podríamos esperar recibir! ¡Ya hemos recibido tales bendiciones que no tenemos el suficiente espacio para recibirlas ahora! Pero aun así, si la copa comienza a derramarse, dejemos que se derrame y se derrame. ¡Hay muchas iglesias en nuestro barrio que pueden recoger lo que se derrama y deseamos que se llenen de bendiciones ellos también!

Aumentemos nuestras oraciones proporcionalmente a nuestras acciones. Me gusta lo que dijo Martín Lutero en su frase: “Tengo que hacer tanto el día de hoy que no me será posible terminarlo con menos de tres horas de oración.” La mayor parte de la gente diría: “Tengo que hacer tanto el día de hoy que sólo puedo tener tres minutos de oración. No me alcanza el tiempo.” ¡Pero Lutero pensaba que entre más tuviera que hacer más tenía que orar o de lo contrario no podría terminarlo todo! Ese es un tipo bendito de lógica. ¡Quiera Dios que podamos entenderla! “La oración y la provisión no son obstáculos para el camino del hombre.” Si tienes que hacer un alto y orar, ese no es un obstáculo más grande que cuando el jinete tiene que detenerse en el taller del herrador para sujetar la herradura de su caballo. Pues si continúa sin atender eso, podría suceder que muy pronto tendría que hacer un alto de una naturaleza mucho más seria.

Aprendamos del texto nuestra deuda a la Gracia Soberana que hace la distinción. Ustedes observan, amados hermanos, que el Evangelio no viene con el poder del Espíritu Santo para todos. Si entonces ha venido a nosotros, ¿qué haremos sino bendecir y alabar a la Gracia Soberana que lo hizo venir a nosotros? Ustedes pueden observar que la distinción no se encontraba en las personas mismas. Estaba en la manera en que el Evangelio vino. La distinción ni siquiera estaba en el Evangelio, sino en la presencia del Espíritu Santo, que lo hizo efectivo. Si han oído la Palabra con poder, queridos hermanos, no fue porque ustedes estaban más preparados, porque estaban menos inclinados hacia el pecado, o sentían más amistad hacia Dios. Ustedes eran forasteros, extraños, extranjeros, enemigos. Ustedes estaban “muertos en delitos y pecados” igual que lo estaban los otros y que todavía lo están.

No había en ustedes ningún mérito (descrito por la teología escolástica como dado por la generosidad divina) que se pudiera encontrar con la Gracia de Cristo. Esos católicos afirman que hay algo en el hombre que lo hace apto para la Gracia de Dios, de tal forma que cuando viene la Gracia salvadora a quienes tienen ese mérito gracioso, ellos son salvos. Yo sé que en mí todo era incongruente, no apto, todo era contrario a Dios. Todo era oscuridad y vino la luz. Había muerte y la Vida entró. Había odio y el Amor lo arrojó fuera. Satanás tenía el dominio y Cristo venció al traidor:

“Por tanto toda la gloria sea a Su santo nombre,
A Él pertenece toda la gloria.
Que sea tuyo el grande gozo de proclamar Su nombre
Y alabarle en cada uno de tus himnos.”

Sólo voy a mencionar de pasada una tercera lección práctica y es que vemos que hay grados de logro aun entre quienes han recibido la Palabra con el Espíritu Santo. ¡Busquemos el más alto grado! Generalmente ustedes no están satisfechos con la misma calidad de vida. Ustedes desean tener más comodidades y lujos. Sería bueno que pudieran hacer lo mismo con la cosas espirituales. No se contenten simplemente con ser salvos, con estar vivos espiritualmente. ¡Pidan ser valientes en lo relativo a la Verdad de Dios! Para mí sería un gran honor, espero, ser un soldado raso si me llaman a defender a mi país. Pero debo confesar que no me gustaría ser de la tropa siempre. Me gustaría ser pronto promovido a cabo y a sargento tan pronto como fuera posible. Y me quejaría con ganas si no pudiera llegar eventualmente al grado de oficial.

Me gustaría que me vieran hacer mi mejor esfuerzo y me gustaría alcanzar la posición más prominente si puedo servir así mejor a mi país que como soldado raso. Pienso que lo mismo debería suceder con el cristiano. Él no debe buscar honor en medio de los hombres, pero teniendo más Gracia, si puede servir mejor a su Dios y dar más honor a Su nombre ¡entonces que se esfuerce! Ah, mis queridos hermanos, ¿cómo es posible que se queden sentados diciendo: “Es suficiente.”? ¡La política de “quédate tranquilo y agradecido” no es muy aceptada ni en el campo político ni mucho menos en el religioso!

¡Arriba y adelante! De la misma forma que el águila tiene por lema: “Superior” y se remonta más alto y más alto y más alto hasta que el ala joven que al principio temblaba ante la altura ha crecido para convertirse en esa ala fortalecida que la hace compañera del sol y del rayo, ¡que así también haga el cristiano! “Correrán y no se cansarán,” y los cristianos que buscan “levantarán las alas como águilas.” ¡Adelante, compañero soldado! Sé más valiente aún, hasta que tu nombre sea escrito entre los tres primeros.

Para terminar, ¿no nos muestra indirectamente este texto, como última lección práctica, cómo un privilegio se puede convertir en una maldición? La Palabra de Dios ha venido a todos ustedes. Supongo que no hay nadie aquí que no haya oído la historia del amor de Dios en Cristo Jesús. Se les ha dicho muchas veces que aunque el hombre ha caído y ha ofendido a Dios, sin embargo el Señor ha puesto a Su Hijo que sufre, Cristo Jesús, para que sea Propiciación por el pecado y que por medio de la fe en Su nombre: “todo aquel que en él cree no se pierda.”

¡Se les ha dicho que Dios espera para derramar su gracia y que todo aquél que mira a Cristo vivirá! ¡El que invoca el nombre del Señor será salvo! ¡Ahora, habiendo oído esto, independientemente de lo que otros les digan, nos sentimos obligados, como ante Dios, a advertirles que si viene a ustedes “en palabras solamente” aumentará su condenación! ¡Ciertos predicadores piensan que esta Palabra no es “olor de muerte para muerte” para nadie, pero sí lo es, sí lo es! ¡Cualquiera que sea su teoría, no importa lo que la teología hiper-calvinista tenga que decir, dice la Palabra de Dios que será más tolerable para Tiro y Sidón en el Día del Juicio de lo que será para Capernaúm y Betsaida! ¡Porque oyeron la Palabra pero no se arrepintieron!

Ustedes no son máquinas. Ustedes no son simples criaturas sobre las que se actúa. Ustedes deben actuar de la misma manera que son movidas. Y cada buena palabra que llega a su oído es escrita como una deuda en contra de ustedes. No hay ninguna declaración en el Evangelio de Jesucristo que, si es rechazada, no los deje en un grado de mayor desobediencia de la que estaban. Recuerden cómo lo establece el Apóstol: “Pero para los que no creen: La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo, y: piedra de tropiezo y roca de escándalo. Aquéllos tropiezan, siendo desobedientes a la palabra, pues para eso mismo fueron destinados.”

Ellos no podrían haber sido desobedientes si no fuera su deber obedecer. Ningún hombre es desobediente allí donde no hay ley. ¡Es por tanto el deber de cada pecador que oye el Evangelio creer en él! Y si no cree, esta misma piedra caerá sobre él y lo triturará hasta convertirlo en polvo. Besad al hijo, no sea que se enoje y perdáis el camino; pues se enciende de pronto su ira. El mismo Salvador que bendice tendrá ira. El que ama a su pueblo, se enojará con quienes lo rechazan.

¡Y cuando su ira se enciende un poco, ay del objeto de su ira! Benditos son todos aquellos que confían en Él. Que nosotros seamos contados entre el número de los benditos para alabanza y gloria de Su Gracia, por medio de la cual nos hace diferentes de conformidad a la elección de Su propia Divina voluntad. Que Dios bendiga a esta congregación por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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