SERMON#4 – Dulce consuelo para santos débiles – Charles Haddon Spurgeon

by Jun 17, 2021

“La caña cascada no quebrará, Y el pábilo que humea no se apagará, Hasta que saque a victoria el juicio.”

Mateo 12:20

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Siempre se parlotea sobre la fama de un hombre u otro. Hay algunos cuya gloria se anuncia y cuyo honor se exalta sobre los cielos. Algunos son sus favoritos y sus nombres están tallados en mármol y se escuchan en cualquier lugar. La fama no es un juicio imparcial, tiene favoritos. Exalta algunos hombres y casi los deifica, pero pasa por alto a otros cuyas virtudes son mucho más grandes y cuyos caracteres son más dignos de reconocimiento, y coloca el dedo del silencio sobre sus labios. Generalmente encontrarás que aquellas personas que son queridas por la fama son personas hechas de latón de hierro y colocadas en un molde áspero.

La fama cobija a César debido a que él regentó la tierra con una vara de hierro. La fama ama a Lutero, debido a que valientemente desafió al Papa de Roma y se atrevió a reírse de los truenos del Vaticano. La fama admira a Knox debido a que demostró ser el más valiente de los valientes. Generalmente, verás que la fama escoge los hombres de fuego y carácter, que enfrentaron a las criaturas sin miedo, hombres que estaban hechos de coraje, llenos de valentía y que nunca conocieron la timidez.

Pero sabes que hay otro tipo de personas que son igualmente virtuosas e igualmente estimadas, quizás más incluso, personas que son olvidadas totalmente por la fama. No la escuchas hablar sobre el gentil Melanchthon, dice muy poco sobre él, sin embargo, quizás hizo tanto en la Reforma como incluso el poderoso Lutero. No la escuchas hablar mucho sobre el dulce y bendito Rutherford y las palabras celestiales que salían de sus labios, o del arzobispo Leigthon, de quien se dice que nunca perdió el temperamento en su vida. Ama los ásperos picos de granito que desafían las nubes de tormenta, no le interesa la piedra más humilde del valle, sobre la cual descansa el viajero cansado.

Desea algo valiente y prominente, algo que atrae popularidad, algo que resalta en el mundo. No le interesa aquellos que se retiran a las sombras. Por esto queridos hermanos míos es que el bendito Jesús, nuestro querido Maestro, ha escapado de la fama. Nadie dice mucho de Jesús, excepto Sus seguidores. No vemos Su nombre escrito entre los de los hombres más grandes y poderosos, sin embargo, en verdad es el más grande, el más poderoso y el más santo, el más puro y el mejor de todos los hombres que alguna vez han pisado la tierra. Pero debido a que fue el “Jesús gentil, manso y suave”, y que fue el Hombre cuyo reino no es de este mundo, debido a que no tenía nada de rudo, sino que era puro amor, debido a que Sus palabras eran más suaves que la mantequilla, sus declaraciones fluían más suavemente que el aceite, debido a que nunca antes ningún otro hombre habló tan gentilmente como este Hombre, y, en consecuencia, fue despreciado y olvidado.

No llegó a ser un conquistador con Su espada, ni un Mahoma con Su fiera elocuencia, sino que llegó a hablar con una “vocecita firme”, que derrite al corazón de piedra, que repara el espíritu roto. Una voz que continuamente dice, “Venid a mí todos aquellos que estén cansados y agobiados por su carga”. Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, pues soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para su alma”. Jesucristo era pura gentileza y es por esto que no ha sido engrandecido entre los hombres como debería haber sido.

Queridos hermanos, nuestro texto está lleno de gentileza. Parece haber sido empapado en amor, y espero que pueda ser capaz de mostrarles algo de la inmensa simpatía y de la poderosa ternura de Jesús, que es sobre lo que pretendo hablar. ¡Cabe destacar tres cosas! Primero, una fragilidad mortal, Segundo, la compasión Divina, y Tercero, el triunfo cierto “hasta que saque a victoria el juicio”.

1. Primero, tenemos ante nosotros la FRAGILIDAD MORTAL, la caña cascada y el pábilo humeante, dos metáforas bastante sugerentes y llenas de significado. Si no es muy caprichoso, y si lo es sé que me disculparán, debo decir que la caña cascada es el emblema de un pecador en la primera etapa de su conversión. La obra del Espíritu Santo de Dios empieza quebrando. Para ser salvados, el barbecho debe ser arado, el corazón duro debe romperse, la piedra debe romperse en pedazos. Un antiguo santo dice que no se puede llegar al Cielo sin pasar antes por las puertas del Infierno, sin martirizar el alma y ejercitar el corazón. Puedo entender entonces, que la caña cascada representa al pobre pecador cuando Dios empieza a trabajar en su alma. Es una caña cascada, casi totalmente quebrada y consumida, pero aún hay un poco de fortaleza en Él.

El pábilo humeante es como un cristiano reincidente, uno que fue una luz brillante y ardiente en sus días, pero al rechazar los medios de la gracia y alejarse del Espíritu de Dios y caer en el pecado, su luz casi se ha extinguido, no mucho, pues nunca podrá extinguirse por completo, ya que Cristo dice, “No la sofocaré”.

Pero se vuelve como una lámpara a la que se le suministra poco aceite y resulta casi inútil. No se ha extinguido, sino que humea. Alguna vez fue una lámpara útil, pero ahora se ha vuelto un pábilo humeante.

Así pues, me parece que estas metáforas describen muy bien al pecador arrepentido como una caña cascada y al cristiano reincidente como un pábilo humeante. Sin embargo, no escogeré hacer una distinción de ese estilo, sino que uniré ambas metáforas y espero que podamos extraer algunos pensamientos de ellas.

Y primero, el aliento de nuestro texto se dirige a los débiles. ¿Qué otra cosa es más débil en el mundo que una caña cascada o un pábilo humeante? Una caña que crece en el pantano y sobre la que un pato se posa y la quiebra, o si el pie del hombre la aplasta, se romperá. Cualquier viento que venga del río la hace sacudirse de un lado para otro y casi la rompe desde las raíces. No puedes concebir algo más frágil o endeble que aquellos cuya existencia depende más de las circunstancias que una caña cascada.

Ahora pensemos en el pábilo humeante, ¿Qué es? Tiene una chispa en su interior, es cierto, pero casi se ha apagado, el soplido de un niño podría apagarlo, o las lágrimas de una dama pudieran extinguirlo en un momento. Nada tiene una existencia más precaria que la chispa escondida en el pábilo humeante. Como ven, aquí se describen las cosas débiles. Ahora bien, Cristo dice de ellas, “El pábilo humeante no se extinguirá, la caña cascada no se quebrará”. Permítanme buscar a los débiles. Ah, no debo ir muy lejos. Hay muchos en esta casa de oración esta mañana que son verdaderamente débiles. Algunos de los hijos de Dios, bendito sea Su nombre, son fuertes para realizar poderosas obras por Él.

Dios tiene sus sansones, aquí y allá, quienes pueden levantar las puertas de Gaza y llevarlas hasta la cima de una montaña. Tiene Gedeones por todos lados que pueden ir al campo de los Madianitas y derrocarlos. Tiene sus hombres poderosos que pueden ir a la fosa en invierno y matar a los leones, pero la mayoría de Su pueblo es una raza tímida y débil. Son como los estorninos que se aterrorizan con cualquier transeúnte, con un rebaño para nada temible, si la tentación llega, caen en ella, si el juicio llega, se ven agobiados por él, su débil esquife es mecido por las olas. Y cuando el viento viene, son llevados por él como un ave en la cresta de las olas.

Cosas débiles, sin fortaleza, sin fuerza, sin poder, ah queridos amigos, sé que he tocado algunos de sus corazones ahora, pues están pensando “¿Débil? Ah, eso soy. Debo decir que me siento obligado a decir que cantaría si pudiera, que oraría si pudiera y que creería si pudiera”. Están diciendo que no pueden hacer nada. Sus mayores propósitos son débiles y vanos, y cuando claman, “Renueva mi fortaleza”, se sienten más débiles que antes.

Son débiles, ¿verdad? ¿Son como la caña cascada y el pábilo humeante? Bendito sea Dios, este texto es para ustedes entonces. Estoy encantado de que estén entre los débiles, pues hay una promesa de que Él nunca los romperá ni los extinguirá, sino que los sostendrá y los levantará.

Sé que algunas personas son bastante fuertes, y con eso me refiero a que son fuertes en sus ideas. A menudo conozco personas que no confesarían ninguna debilidad. Son de mente fuerte, Dicen, “¿Crees que vamos a caer en el pecado, Señor? ¿Nos estás diciendo que nuestros corazones son corruptos? No creemos eso. Somos buenos, puros y correctos. Tenemos fortaleza y poder”. No estoy predicando para ustedes esta mañana. No les estoy diciendo nada, pero escuchen bien, su fortaleza es vanidad, su poder es una desilusión y una mentira, pues por mucho que presuman de lo que pueden hacer, será en vano. Cuando llegue el momento de su muerte, verán que no tienen fuerza para luchar con ella, cuando uno de esos días de gran tentación llegue se llevará su moral y caerán.

Y la gloriosa librea de su moralidad quedará tan manchada que a pesar de que se laven sus manos y se limpien, estarán tan contaminados que sus propias ropas los aborrecerán. Pienso que es una bendición decir que uno es débil. La debilidad es algo sagrado. El espíritu Santo lo ha hecho así. ¿Pueden decir, “No tengo fuerza alguna?”  Entonces este texto es para ustedes.

En segundo lugar, las cosas que se mencionan en nuestro texto no sólo son cosas débiles, sino también despreciables. He escuchado de un hombre que tomaba un alfiler mientras caminaba por la calle, según el principio de la economía, pero nunca escuché de un hombre que se detuviera a recoger cañas cascadas. No son dignas de ser recogidas. ¿A quién le interesa tener una caña cascada, un pedazo de junco tirado en el suelo? Todos lo despreciamos pues es algo inútil. ¡Y el pábilo humeante! ¿Qué valor tiene? Es una cosa ofensiva y venenosa y no vale nada. Nadie daría nada por la caña cascada o por el pábilo humeante.

Así pues, estimados, hay muchos de nosotros que somos indignos. Hay algunos aquí que, si pudieran pesarse en las básculas del santuario y pusieran sus corazones en la balanza de la consciencia, parecería ser buenos para nada, indignos e inútiles.   Hubo una época en la que pensaban que eran las mejores personas del mundo, en la que si alguien decía que tenías más de lo que merecías, hubieses dicho, “Creo que soy igual de bueno que otras personas”. Pensaban que eran algo maravilloso, extremadamente dignos del amor de Dios, pero ahora sienten que son despreciables. A veces imaginan que Dios difícilmente sabe dónde están, son criaturas muy despreciables e indignas de Su consideración.

Pueden entender cómo Él puede ver un animálculo en una gota de agua, o un grano de polvo en rayo de sol, o al insecto en una tarde de verano, pero difícilmente pueden decir cómo puede pensar en ustedes pues parecen muy despreciables, algo insignificante en el mundo, algo inútil. Pueden decir “¿En qué soy bueno? No hago nada. Un ministro del Evangelio es de utilidad. En cuanto al diácono de una Iglesia, es de alguna utilidad, en Cuanto al maestro de la escuela sabática, está haciendo algo bueno, ¿Pero en qué soy bueno yo?” y pudieran hacerse la misma pregunta aquí. ¿Cuál es la utilidad de una caña cascada? ¿Un hombre puede apoyarse sobre ella? ¿Un hombre puede fortalecerse con ella? ¿Será un pilar en mi casa? ¿Puedes hacer música con una caña cascada?

Ah, no, no es de utilidad, y ¿qué utilidad tiene el pábilo humeante?  El viajero nocturno no puede ser iluminado por él, el estudiante no puede leer con su llama. No es de utilidad, los hombres lo tiran al fuego y se consume. Ah, es así como hablan de ustedes mismos. No son buenos para nada, al igual que estas cosas, pero Cristo no los desechará por no ser de valor. No saben en qué pueden ser de utilidad y no pueden decir de qué manera Jesucristo los valora después de todo. Hay una buena mujer aquí, quizás una madre, dice, “Bueno, no salgo muy a menudo, me quedo en casa con mis hijos y parece que no hago nada bueno”. Madre, no digas eso, tienes un puesto alto, excelso y responsable. Al enseñarle a tus hijos sobre el Señor, estás haciendo mucho por Él, al igual que el elocuente Apolos, que valientemente predicó al mundo.

Y tú, pobre hombre, que todo lo que puedes hacer es trabajar día y noche para ganar lo suficiente para vivir el día a día.  No tienes nada que dar y cuando vas a la escuela sabática sólo puedes leer, no puedes enseñar mucho. Bien, aquél al que poco se le da poco se le exige. ¿No saben que se puede glorificar a Dios barriendo las calles? Si dos ángeles fuesen enviados a la tierra, uno para regentar un imperio y el otro para barrer una calle, no tendrían elección, pues Dios los envió. Así que Dios, en Su Providencia, te ha llamado a trabajar por tu pan diario. Has esto por Su Gloria. “Cualquier cosa que hagas, bien sea que comas o bebas, hazlo en Su Honor”.

Pero ah, Sé que hay algunos de ustedes que parecen inútiles en la Iglesia. Hacen todo lo que pueden, pero cuando lo han terminado, no es nada. No pueden ayudarnos con dinero, ni con talentos, ni con el tiempo y en consecuencia creen que Dios debe echarlos. Piensan que si fuesen como Pablo o Pedro podrían estar a salvo. Ah, queridos hermanos, ¡no piensen así! Jesucristo dice que no extinguirá el pábilo inútil ni romperá la despreciable caña cascada, tiene algo para los inútiles y despreciables. Pero tengan cuidado, con esto no les digo que sean perezosos, pues eso es algo muy diferente.

Hay un látigo para el asno y hay un azote para los hombres ociosos y de vez en cuando lo deben recibir. Estoy hablando ahora de aquellos que no pueden hacerlo. No de Isacar, que es como una asno fuerte que lleva dos cargas y es muy perezoso para levantarlas. No digo nada del perezoso que no ara por el frío, sino de aquellos hombres y mujeres que realmente sienten que pueden ser de poca utilidad, que no pueden hacer más. Y para ellos es que son aplicables las palabras de este texto.

Ahora destacaremos otro aspecto. Las dos cosas mencionadas aquí son ofensivas. Una caña cascada puede ser unida a una flauta de Pan sobre la que un hombre mueve su boca y genera algún tipo de música. Este es el órgano, que creo que Jubal inventó y que David menciona, pues es cierto que los órganos que usamos no era el que se usaba para aquel entonces. Así pues, la caña cascada arruinaría la melodía del resto de los tubos. Un tubo que no suena dejaría salir el aire y produciría un sonido discordante, o ningún sonido incluso, por lo que nuestro primer pensamiento es sacar el tubo y colocar uno nuevo.

Y, en el caso del pábilo humeante, la mecha de una vela o cualquier cosa de ese estilo, no necesito decirles que el humo es ofensivo, para mí no hay un olor más abominable en el mundo que el de un pábilo humeante. Pero algunos dirán, “¿Cómo puedes hablar en un estilo tan bajo?” No puedo llegar más bajo de lo que ustedes pueden llegar conmigo, pues estoy seguro de que ustedes son igual de ofensivos para sus propias almas e igual de ofensivos con Dios, al igual que una caña cascada lo es para los tubos, o al igual que un pábilo humeante lo es para los ojos y la nariz. A menudo pienso en el querido viejo John Bunyan, cuando dijo que deseaba que Dios lo hubiese hecho un hongo, o una rana, o una serpiente o cualquier otra cosa que no fuese un hombre, pues sentía que era muy ofensivo.

Oh, puedo pensar en un nido de víboras y creo que son detestables, puedo imaginar una piscina con todo tipo de criaturas repugnantes, pero no hay nada que merezca la mitad de ese aborrecimiento como el corazón humano. Dios escatima de todos los ojos, excepto de los suyos, esa horrible visión: el corazón humano. Y si ustedes y yo pudiéramos ver nuestros ojos, nos volveríamos locos con tan horrible vista. ¿Lo sienten? ¿Sienten que deben ser ofensivos ante la vista de Dios, que se han rebelado en su contra y han desobedecido Sus mandamientos, que seguramente deben ser detestables para Él? De ser así, mi texto es para ustedes.

Ahora, puedo imaginar a alguna mujer acá están mañana que se haya alejado del camino de la virtud, mientras está entre la multitud, o sentada, siente como si no tuviera derecho a entrar a estas salas sagradas y estar entre el pueblo de Dios, piensa que Dios podría hacer que la capilla colapsara para destruirla, pues es una gran pecadora. No se preocupen, ¡caña cascada y pábilo humeante! A pesar de que eres el desdén del hombre y eres detestable para ti misma, aun así, Jesús te dice, “Tampoco te condeno, ve y no peques más, para que no te suceda algo peor”.

Hay algún hombre aquí que tiene algo en su corazón que desconozco, alguien que puede haber cometido crímenes en secreto, que no mencionará en público. Sus pecados se pegan a él como sanguijuelas y le quitan toda comodidad. Aquí estás joven hombre, temblando, pues tu crimen debe ser divulgado ante el alto Cielo. Estás destruido, como una caña cascada, y humeas como el pábilo. Ah, tengo una palabra para ti. ¡Consuelo! ¡Consuelo! ¡Consuelo! No desesperes, pues Jesús dice que Él no extinguirá el pábilo humeante y no romperá la caña cascada.

Sin embargo, queridos amigos, hay un pensamiento antes de pasar al otro punto. Estas cosas, a pesar de ser despreciables, pueden ser de alguna utilidad. Cuando Dios le tiende Su mano a un hombre, si ese hombre era despreciable e inútil antes, Él puede hacerlo muy valioso. Saben que el precio de un artículo no depende tanto del valor de la materia prima, sino de la mano de obra invertida en él. Acá hay una muy mala materia prima, para empezar, cañas cascadas y pábilos humeantes, pero la mano de obra Divina hace que estas adquieran un valor maravilloso. Me dirán que la caña cascada no es buena para nada, pero yo les diré que Cristo tomará esa caña cascada y la arreglará y la hará encajar en los tubos del Cielo.

Entonces, cuando la gran orquesta empiece su música, cuando los órganos de los cielos produzcan sus sonidos graves, preguntaremos, “¿Qué fue esa dulce nota que sonó mezclada con el resto?” y algunos dirán, “Era una caña cascada”. Ah, la voz de María Magdalena en el Cielo, imagino que suena más dulce y nítida que cualquier otra. Y la voz de ese pobre ladrón que dijo, “Señor, acuérdate de mí”, si es una voz grave, es más dulce y melodiosa que la voz de cualquier otra persona, debido a que amó mucho, y por ello se le perdonó mucho. Esta caña todavía puede ser usada.

No digas que no eres bueno para nada, cantarás en el cielo. No digas que eres despreciable, al final estarás ante el Trono en la multitud lavada por la Sangre y cantarás alabanzas a Dios. Sí, y el pábilo humeante también, ¿Para qué puede ser bueno? Pronto se los diré. Hay una chispa en ese pábilo en algún lugar, casi se apaga, pero aún tiene una chispa. ¡Contemplen la pradera en fuego! ¿Ven las llamas acercándose? ¿Ven como el fuego devora la planicie hasta que todo el continente queda quemado y calcinado, hasta que el cielo se tiñe de rojo con las llamas? La oscuridad de la noche se ve iluminada con el incendio y las estrellas parecen asustarse ante la conflagración. ¿Cómo inició?

Por un pedazo de pábilo humeante que dejó caer algún viajero, fue avivado por el viento hasta que toda la pradera se incendió. Así que, algún pobre hombre, algún hombre ignorante, algún hombre débil, e incluso cualquier reincidente, puede ser el medio para convertir una nación entera. Quién sabe si tú, que no eres nada ahora, puedes ser más útil que nosotros que parecemos bien parados ante Dios, debido a que tenemos más dones y talentos.

Dios puede hacer que una chispa se convierta en un incendio, puede encender una nación entera con la chispa de una pobre alma suplicante. Aún puedes ser útil, ¡y por ende puedes estar de buen ánimo. El musgo crece sobre las lápidas, la hiedra trepa sobre la pila, el muérdago crece en la rama muerta, y del mismo modo la gracia, la piedad, la virtud, y la santidad vienen del pábilo humeante y de las cañas cascadas, ¡Por la gracia de Dios!

II. Entonces, mis queridos amigos, he tratado de mostrarles a quién va dirigido este texto y les he mostrado algo de la fragilidad mortal. Ahora debo ir más allá, a la COMPASIÓN DIVINA. “La caña cascada no quebrará, Y el pábilo que humea no se apagará”.

Presten atención a lo primero que dice y luego permítanme decirles que Jesucristo quiere decir más de lo que dice allí. Primero que todo, ¿Qué dice? Dice claramente que no quebrará la caña cascada. Hay una caña cascada ante mí, un pobre hijo de Dios bajo un sentido profundo de pecado, parece que el látigo de la Ley nunca se detendrá. Sigue azotando y azotando. Y a pesar de que digas, “Señor, haz que pare y dame un respiro”, aun así, vendrá la cruel muchedumbre y te azotará. Sentirás tus pecados.

Ah, sé lo que estarán pensando esta mañana, “Si Dios sigue con esto un poco más, mi corazón se romperá, pereceré en desespero, casi soy distraído por mi pecado. No puedo dormir al acostarme por la noche. Parece que hubiese fantasmas en la habitación, los fantasmas de mis pecados, y cuando me despierto a medianoche, veo la silueta negra de la muerte viéndome fijamente y diciendo, “eres mi presa, te atraparé”, y detrás de ella el infierno parece arder“. Ah, pobre caña cascada, no te romperá, la convicción no será muy fuerte, será lo suficiente para derretirte y hacer que te rindas ante los pies de Jesús, pero, por Su gracia, no será lo suficientemente fuerte para romper tu corazón. Nunca debes desesperar, pues serás liberado, saldrás del fuego y no te romperás pobre caña cascada.

Y si hay un reincidente esta mañana, es como un pábilo humeante. Los tiempos en los que encontrabas la felicidad en el camino del Señor y deleite en Su Servicio y decías, “Me quedaré aquí por siempre” quedaron en el pasado.

“Qué horas de paz disfruté;
¡Qué sudor trae aún su memoria!
Pero han dejado un vacío doloroso
El mundo nunca puede llenarles”.

Estás humeando y piensas que Dios te hará a un lado. Si fuese un arminiano, te diría que en efecto Dios haría eso, pero siendo un creyente de la Biblia y nada más, te digo que Él no te apagará. A pesar de que estés humeando, no morirás, sin importar cuál sea tu crimen, el Señor dice, “Regresa, reincidente hijo del hombre, pues derramaré mi misericordia sobre ti”.

No te hará a un lado, ¡pobre Efraín! Sólo ven a Él, no te despreciará, a pesar de que te hayas ensuciado, a pesar de que te hayas cubierto de pies a cabeza con mugre. Vuelve, pobre pródigo, vuelve, ¡vuelve!

Tu padre te llama. ¡Escucha con atención pobre reincidente! Ven a Sus brazos que están listos para recibirte. La palabra dice que No apagará y que no quebrará, pero hay más de lo que vemos a primera vista. Cuando Jesús dice que no quebrará se refiere a mucho más que eso. Lo que quiere decir es “Tomaré esa pobre caña cascada, la plantaré en el río y (milagro de milagros) haré que se vuelva un árbol cuya hoja no se secará. Lo regaré en todo momento, lo vigilaré. Haré que, de frutos, mantendré alejadas a las aves de presa de él, pero las aves del Cielo, las cantantes del Paraíso harán sus nidos en las ramas”.

Cuando Él dice que No quebrará la caña cascada, quiere decir mucho más. Quiere decir que la cuidará, que la ayudará, la fortalecerá, apoyará y glorificará, que Él realizará su obra y la hará gloriosa para siempre. Y cuando dice al reincidente que no lo apagará, se refiere a mucho más que eso, quiere decir que avivará su llama. Algunos de ustedes, me atrevo a decir, se han ido a casa desde la capilla y les parece que su fuego casi se ha apagado. Sé que lidian con ello, y soplan la braza, si hay alguna, y deberán soplar muy fuerte, y cubrirla con sus dedos, y si estuviesen solos con un solo fósforo o una chispa en la yesca, ¡con que suavidad la soplarían!

Así pues, reincidente, Jesucristo lidia contigo, no te hace a un lado, sino que sopla gentilmente, dice, “No te apagaré”. Con eso quiere decir “Seré muy tierno y muy cuidadoso”. Colocará material seco para que poco a poco la chispa se vuelva una flama y se levante hacia el Cielo y que el fuego que surja de ella sea grande.

Ahora quiero decir una o dos cosas sobre la poca Fe esta mañana. Los pequeños hijos de Dios que son como una caña cascada o como un pábilo humeante están tan a salvo como los grandes santos de Dios. Deseo que desarrollen este pensamiento por un momento y luego terminaré con el otro. Estos santos de Dios que son llamados cañas cascadas y pábilos humeantes son elegidos de la misma manera que Dios elige un gran santo. Cuando Dios elige a Su pueblo, los elige a todos a la vez y elige a todos por igual. Si elijo una cierta cantidad de cosas, una puede ser menos que el resto, pero una es tan elegida como la otra, de manera que el Sr. miedo y la Sra. desesperanza son elegidos al igual que el Gran Corazón o la Honestidad.

Nuevamente, ¡los pequeños son igual de redimidos que los grandes! Los santos débiles le cuestan a Cristo el mismo sufrimiento que los fuertes. El más pequeño de los hijos de Dios no puede haber sido salvado con menos de la preciosa sangre de Jesús y el mayor de los hijos de Dios tampoco le costó más. Pablo no le costó más que Benjamín, estoy seguro de que no fue así, pues en la Biblia dice que “no hay diferencia”.

Además, en los tiempos en los que llegaron a pagar su rescate con dinero, cada persona traía un siclo. Los pobres y los ricos no debían dar más que un siclo, se pagaba el mismo precio por uno o por otro.

Ahora bien, pequeños hijos de Dios, lleven ese pensamiento en su alma. Ven a algunos hombres muy prominentes en la casa de Cristo, y es muy bueno que lo sean, pero no le costarán más a Jesús de lo que ustedes le costaron. Él pagó el mismo precio por ustedes y por ellos. Repito entonces, son hijos de Dios al igual que el mayor de los santos. Algunos de ustedes tienen cinco o seis hijos. Hay un hijo que quizás es más alto y apuesto y además es muy inteligente. Y tienen otro hijo que es el más pequeño de la familia, y quizás tiene menos intelecto y entendimiento. ¿Pero cuál de los dos es más hijo que el otro? ”¿Mas?” dirán, “Ambos son mis hijos, ciertamente uno tanto como el otro”. Y así, queridos amigos, pueden tener poco entendimiento y pueden no comprender mucho sobre los asuntos divinos, pero “ven a los hombres como árboles caminando”, pero hijos de Dios al igual que aquellos que han llegado a la estatura de hombres en Cristo Jesús.

Recuerda entonces, pobre Santo cansado, que estás igual de justificado que otro hijo de Dios. Sé que estoy completamente justificado.

“Su sangre y justicia
Son mi belleza y mi glorioso vestido”.

No quiero otros vestidos excepto las obras de Jesús y Su justicia imputada. El hijo de Dios más audaz no quiere más. Y yo, que soy “menos que el más insignificante de todos los santos”, no puedo contentarme con nada menos y no tendré menos. Oh, están igual de justificados que Pablo, Pedro, Juan Bautista, o el santo más alto del Cielo. No hay diferencia en ese asunto. Oh, tomen coraje y regocíjense.

Algo más. Si estuvieras perdido, el honor de Dios se empañaría tanto como si se perdiera el más grande. Algo extraño que una vez leí en un viejo libro sobre los hijos de Dios y las personas como parte de Cristo y en unión con Él. El escritor dice: “Un padre se sienta en su habitación, y viene un extraño. El extraño coloca a un niño sobre su rodilla y el niño tiene dolor de dedo, así que dice “Hijo mío, tienes dolor de dedo. “¡Sí!” dice el niño”. “Bueno, ¡déjame quitártelo y te daré uno de oro!” El niño lo ve y dice, “No voy a volver con ese hombre, ya que habla de quitarme el dedo. Amo mi dedo y no quiero tener uno de oro en lugar de él”.

Entonces el santo dice sí, “Soy uno de los miembros de Cristo, pero soy como un dolor de dedos y el me quitará y me reemplazará por uno de oro”. “No”, dice Cristo, “No, no puedo deshacerme de ninguno de mis miembros. Si el dedo duele, lo vendaré y lo fortaleceré”. Cristo no puede permitirse una palabra sobre deshacerse de sus miembros.

Si Cristo pierde a uno de los de Su pueblo, no será más un Cristo completo. Si el más malvado de Sus hijos puede ser alejado, Cristo carecería de una parte de Su satisfacción, Sí, Cristo estaría incompleto sin Su iglesia. Si uno de Sus hijos se pierde, será mejor que sea uno de los grandes en vez de uno pequeño. Si se pierde uno de los pequeños, Satanás diría, “Ah, salvas a los grandes porque tienen fuerza y pueden ayudarse a sí mismos, pero los pequeños que no tienen fuerza, no los pudiste salvar”.

Saben lo que satanás diría, pero Dios callaría la boca de Satanás, diciendo “Todos están aquí Satanás, a pesar de tu malicia, todos están aquí, todos están a salvo. ¡Ahora devuélvete a tu choza por siempre y quédate eternamente en las cadenas y el humo del fuego!” Y sufrirá el tormento eterno, pero ningún hijo de Dios lo sufrirá.

Abordaremos otro pensamiento y habré terminado con este punto. La salvación de los grandes santos a menudo depende de la salvación de los pequeños. ¿Comprenden esto? Saben que mi salvación o la salvación de cualquier hijo de Dios, considerando las causas secundarias, depende bastante de la conversión de alguien más. Supongan que su madre es el medio para su conversión. Hablando a la manera de los hombres, diríamos que su conversión depende de ella, pues siendo convertida ella, se volverá el instrumento que los salvará. Supongan que un ministro cualquiera es el medio para su salvación, entonces, su conversión, depende en buena medida de la suya. Así pues, a menudo sucede que la salvación de los sirvientes más poderosos de Dios depende de la conversión de los pequeños.

Hay una madre pobre, nadie sabe nada de ella, va a la casa de Dios. Su nombre no está en los periódicos ni en ningún otro lado.  Le enseña a su hijo y lo cría en el temor de Dios, ora por ese niño, lucha con Dios y sus lágrimas y oraciones se mezclan. El chico crece. ¿Qué se vuelve el chico? Un misionero, un William Knibb, un Moffat, un Williams, pero no escuchas nada sobre su madre. Ah, pero si la madre no hubiese sido salvada, ¿A dónde habría ido el chico? Que esto alegre a los pequeños y regocíjense ustedes de que Él los alimentará y cuidará, a pesar de que sean como cañas cascadas y pábilos humeantes.

III. Ahora bien, para terminar, hay un VICTORIA SEGURA. “Hasta que saque a victoria el juicio”.

¡Victoria! Hay algo hermoso en esa palabra. La muerte del Sir John Moore en la guerra Peninsular fue bastante triste. Cayó en los brazos del triunfo y triste fue su destino, no dudo que sus ojos se hayan iluminado ante el grito de victoria. Así que también supongo que Wolfe decía la verdad cuando dijo, “Muero feliz”, habiendo escuchado poco antes el grito de “corren, corren”. Conozco la victoria, incluso en ese mal sentido, pues no me parece que las victorias terrenales tengan algún valor, deben haber alentado al guerrero. Pero oh, ¡qué alegre está el santo cuando sabe que esta victoria es suya! Pelearé durante toda mi vida, pero escribiré “vici” en mi escudo. Seré “más que un conquistador por Aquél que me amó”.

Cada santo débil ganará el día, cada hombre sobre sus muletas, cada pobre hombre, cada uno de aquellos que esté lleno de dolor, enfermedad y debilidad, ganará la victoria. “Vendrán cantando hasta Sion, así como los ciegos, los cojos y las mujeres con niños”. Así lo dice la escritura. Ninguno quedará por fuera. pero Él “sacará a victoria el juicio”. ¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria! Esta es la alegría de cualquier cristiano. Triunfará en nombre de su Redentor.

Ahora unas palabras sobre esta victoria. Hablé primero de los ancianos y las mujeres. Queridos hermanos y hermanas, a menudo ustedes son como la caña cascada. Los eventos venideros ciernen su sombra ante ellos y la muerte cierne su sombra sobre los viejos. Sienten que el saltamontes es una carga, se sienten llenos de debilidad, apenas se pueden mantener en pie. Ah, acá tienen una promesa especial. “La caña cascada no la romperé”. “Los fortaleceré”. “Cuando su corazón y su carne caigan, seré la fuerza de su corazón para siempre”.

“Incluso en la vejez, todo mi pueblo probará
Mi amor soberano, eterno e inmutable;
Y cuando los pelos canosos adornen sus sienes
Como corderos, aún nacerán en mi seno”.

Temblando en su lecho, enfermos, débiles e inertes no teman la hora final, ¡esa será su mejor hora! Su último día será la consumación devotamente deseada. Débiles como son, Dios atenuará la prueba de su debilidad, disminuirá su dolor, si se sienten con menos fuerza. Pero cantarán en el Cielo, “¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria!”.

Hay algunos de nosotros que desearían cambiar de puesto con ustedes para estar cerca del Cielo, para estar cerca de Casa. Con todas sus enfermedades, sus cabellos grises son una corona de gloria para ustedes, pues están cerca del final y en el camino a la justicia. Ahora una palabra para los hombres de edad mediana que están batallando en la ruda tormenta de esta vida, a menudo son cañas cascadas, su religión está muy sobrecargada por sus llamados mundanos, tan sobrecargada por el ruido de las ocupaciones y negocios que parecen un pábilo humeante. Es mucho lo que pueden hacer para servir a su Dios, y no pueden decir que son “fervientes de espíritu” así como también “diligentes en los negocios”.

Hombre de negocios que luchas en este mundo, Él no te apagará cuando seas como el pábilo humeante. No te romperá cuando seas como la caña cascada, sino que te librará de los problemas. Nadarás en el mar de la vida y llegarás a la feliz costa del Cielo, y cantarás “Victoria”, por Aquél que te amó. ¡Ustedes, jóvenes y señoritas! Les hablo y tengo el derecho de hacerlo. Ustedes y yo a menudo sabemos lo que es la caña cascada, cuando la mano de Dios arruina nuestras esperanzas, estamos llenos de rebeldía y vértigo, sólo la vara de la aflicción es la que nos pude sacar de la locura, pues tenemos mucho de ella en nuestro interior.

Los caminos de los jóvenes son resbalosos y peligrosos, pero Dios no nos romperá ni nos destruirá. Los hombres nos piden que no demos un paso nunca, por su excesiva cautela, pero Dios nos pide que avancemos y pisemos fuerte, para que podamos ir a lugares altos.  Sirvan a Dios los primeros días, entreguen sus corazones a Él y Él nunca los rechazará, sino que los nutrirá y cuidará.

Antes de terminar permítanme decir palabra a los niños pequeños. Aquellos de ustedes que hayan escuchado de Jesús, Él les dice, “La caña cascada no romperé y el pábilo humeante no apagaré”. Creo que hay muchos pequeños parlanchines de no menos de seis años que conocen al Salvador. Nunca desprecio la piedad infantil. He escuchado a niños pequeños hablar de los misterios que hombres canosos no conocían. Ah, pequeños niños que han sido traídos a las escuelas sabáticas y aman el nombre del Salvador, si otros dicen que están muy adelantados, no teman, amen a Cristo.

“Jesús manso y apacible
Mira a un niño;
Se apiada de su sencillez
y lo invita a ir hacia Él”.

Él no los hará a un lado. Pues no apagará al pábilo humeante y no quebrará la caña cascada.

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