SERMON#2 – La Conmemoración de Cristo – Charles Haddon Spurgeon

by Jun 17, 2021

“Haced esto en conmemoración mía.” – 1 Corintios 11:24.

Puede descargar el documento con el sermón aquí

Parece que los cristianos pudieran olvidar a Cristo. El texto implica la posibilidad del olvido de Él, cuya gratitud y afecto debería hacerlos recordar. Podría no haber necesidad de esta exhortación amorosa si no hubiese una suposición terrible de que nuestros recuerdos podrían ser engañosos y nuestra conmemoración superficial en carácter, o de naturaleza cambiante. Tampoco es una suposición básica, está pues muy bien confirmada en nuestra experiencia, no como una posibilidad, sino como un hecho lamentable. Parece a primera vista un crimen muy atroz que puede tocar la puerta de hombres convertidos.

Parece casi imposible que aquellos que han sido redimidos por la sangre del Cordero agonizante olvidaran a su Redentor, que aquellos que han sido amados con un amor eterno por el Hijo de Dios olvidaran al Hijo. Pero si es sorprendente para el oído, también es aparente para la vista permitirnos negar el hecho. ¿Olvidar a quien nunca nos olvidó? ¿Olvidar a Aquél que derramó Su sangre por nuestros pecados? ¿Olvidar a Aquél que nos amó hasta la muerte? ¿Puede ser posible? Sí, no sólo es posible, sino que la consciencia confiesa que tristemente también es una falla de todos nosotros, que podemos recordar cualquier cosa, excepto a Cristo.

El objeto que debemos convertir en el monarca de nuestros corazones es el que más tendemos a olvidar. Dónde uno podría pensar que la memoria persistiría y la falta de atención sería un intruso desconocido, ese es el mismo lugar que es profanado por el olvido, el lugar donde la memoria raramente mira. Apelo a la conciencia de cada cristiano aquí. ¿Pueden negar la verdad de lo que digo? ¿No se olvidan de Jesús? Algunas criaturas se llevan tu corazón y ustedes no le prestan atención a Él, que es a quien deberían dirigir su afecto. Algunos asuntos terrenales se roban tu atención cuando deberías tener los ojos fijos en la Cruz.

Es el incesante giro del mundo, el constante ruido de la tierra lo que aleja el alma de Cristo. Oh, amigos míos, ¿acaso no es una triste verdad que podamos recordar cualquier cosa excepto a Cristo, y que no podamos olvidar nada tan fácilmente como a Él, a quien deberíamos recordar? Mientras la memoria guarde una hierba envenenada, sufrirá la Rosa de Sharón hasta marchitarse.

La causa de esto es bastante aparente, se basa en uno o dos hechos. Olvidamos a Cristo porque, en personas regeneradas que somos, la corrupción y la muerte permanecen aún en nosotros. Lo olvidamos porque cargamos con nosotros el antiguo pecado de Adán y la muerte. Si fuésemos criaturas puras recién nacidas, no deberíamos olvidar nunca El nombre de quien amamos. Si fuésemos seres totalmente regenerados, deberíamos sentarnos y meditar en lo que nuestro Salvador hizo y sufrió. En lo que Él es. Todo lo que Él gloriosamente prometió realizar. Y nunca permitir que nuestros afectos errabundos se lleven nuestra atención, sino que permanezcamos centrados y enfocados eternamente en un Objeto, debemos contemplar continuamente la muerte y el sufrimiento de nuestro Señor.

Pero, ay de nosotros, que tenemos un gusano en el corazón, una morada de pestes, una morgue en nuestro interior. Lujuria, imaginaciones viles y fuertes pasiones malvadas como pozos de agua envenenada que generan corrientes de impureza. Tengo un corazón que Dios sabe que quisiera sacar de mi cuerpo y lanzarlo a una distancia infinita. Tengo un alma que es una cueva de aves impuras, una morada de criaturas aborrecibles donde los dragones anidan y los búhos se congregan, donde la malvada bestia mora, un corazón muy vil para tener paralelo, “engañoso por sobre todas las cosas y desesperadamente depravado.”

Esta es la razón por la que me olvido de Cristo. No es la única causa. Sospecho que hay otra más también. Olvidamos a Cristo porque hay muchas otras cosas a nuestro alrededor que atraen nuestra atención, “Pero”, dices, “no deberían hacerlo, ya que a pesar de que nos rodean, no son nada en comparación con Jesucristo, a pesar de que están a una proximidad aterrorizante de nuestros corazones, ¿Qué son ellas comparadas con Cristo?” Pero ¿saben queridos Amigos, que la cercanía de un objeto tiene un gran efecto sobre su poder? El sol es muchísimas veces más grande que la luna, pero la luna tiene mayor influencia en las mareas del océano que el sol, simplemente porque está más cerca y tiene mayor poder de atracción.

Así que me parece que un pequeño gusano que se arrastra en la tierra tiene más efecto sobre mi alma que el glorioso Cristo en el Cielo. Un puñado de tierra dorada, un poco de fama, un aplauso, un negocio próspero, mi casa, mi hogar, todos me afectan más que las glorias del mundo superior. Dichoso el día en el que me eleve en las alas de los ángeles para morar siempre cerca de mi Señor, para disfrutar del brillo de Su sonrisa y para perderme en el inefable brillo de Su amable rostro.

Vemos entonces, la causa de nuestro olvido. Vamos a apenarnos de ello. Sintamos la tristeza por despreciar tanto a nuestro Señor. Y ahora vamos a escuchar Su Palabra. “Haced esto en conmemoración Mía”, esperando que su solemne sonido aleje al demonio de la ingratitud.

Primero que todo, hablaremos del Objeto sagrado de recuerdo. Luego, hablaremos sobre las ventajas de recordar a esta Persona. En tercer lugar, hablaremos de la ayuda a nuestra memoria “Haced esto en conmemoración Mía”. Y, en cuarto lugar, sobre el gentil mandamiento “Hagan esto en Conmemoración Mía”. Que el Espíritu Santo abra mis labios y sus corazones para que podamos recibir las bendiciones.

I. Primero que todo hablaremos DEL GLORIOSO Y PRECIOSO OBJETO DE RECUERDO “Haced esto en conmemoración Mía.” Los cristianos tienen muchos tesoros para guardar en el gabinete del recuerdo. Deberían recordar su elección. “Elegido de Dios antes de que el tiempo iniciara”. Deberían estar conscientes de su extracción, de que fueron sacados del barro, sacados de la horrible fosa. Deberían recordar la vocación por la que fueron llamados por Dios y rescatados por el poder del Espíritu Santo. Deberían recordar su liberación especial, que ha sido realizada por ellos y por toda la misericordia concedida a ellos.

Pero hay Uno a quién deberían embalsamar en sus almas con las especias más costosas, Uno que está por encima de todos los demás dones de Dios, merece estar en conmemoración perpetua. Uno, y no me refiero a un acto, ni a una acción. Es una Persona cuyo portarretrato tendría enmarcado en oro y colgado en el camarote del alma. Haría que estudiaran todas las obras del Mesías Conquistador. Los haría familiarizarse con la vida de nuestro Amado. Pero no olviden Su Persona. Pues el texto dice, “Haced esto en conmemoración Mía”. Es la gloriosa persona de Cristo la que debe ser objeto de nuestra conmemoración. Es Su Imagen la que debería ser consagrada en cada templo del Espíritu Santo.

Pero algunos dirán, “¿Cómo podemos recordar la Persona de Cristo cuando nunca la vimos? No podemos decir cuál era la forma particular de Su rostro. Creemos que Su rostro era bastante similar al de cualquier otro hombre, aunque más desfigurado por el dolor y el sufrimiento, pero, puesto que no lo vimos, no podemos recodarlo. Nunca vimos Sus pies caminar en los viajes de Su misericordia. Nunca sostuvimos Sus manos cuando las extendía llenas de amabilidad. No podemos recordar la maravillosa entonación de Su lenguaje, cuando en más de una elocuencia seráfica asombró a la multitud y encadenó sus oídos a Él. No podemos imaginar la dulce sonrisa de Sus labios ni el ceño fruncido con el que repartía anatemas a los fariseos. No podemos recordarlo en Su sufrimiento y agonía, pues nunca Lo vimos”.

Bueno, queridos hermanos, supongo que es cierto que no pueden recordar la apariencia visible, pues no habían nacido para entonces. Pero ¿acaso no saben que incluso el Apóstol dijo que, aunque había conocido a Cristo según la carne, de ahí en adelante no conocería más a Cristo según la carne? La apariencia natural, la raza, la descendencia, la pobreza, la vestimenta humilde no son nada en la estimación del Apóstol de Su Señor Glorificado. Y, en consecuencia, a pesar de que no lo puedan recordar en carne, pueden conocerlo en espíritu. De este modo pueden recordar a Jesús tanto como Pedro, Pablo, Juan o Santiago el Mayor, o cualquiera de aquellos favorecidos que alguna vez siguieron Sus pasos, caminaron a Su lado, y recostaron sus cabezas en Su pecho. El recuerdo elimina la distancia y rompe la barrera del tiempo y pueden contemplar al Señor, a pesar de que esté exaltado en gloria.

Pasemos cinco minutos recordando a Jesús. Recordémoslo en Su Bautismo, cuando al descender a las aguas del Jordán, se escuchó una voz diciendo “Este es mi Hijo amado, de quién estoy muy satisfecho”. Contémplenlo bajando a la corriente. Se durmió entre las olas por un momento, para consagrar la tumba del Bautismo, en la cual aquellos que mueren con Cristo son sepultados con Él. Recordémoslo en el desierto, donde fue luego de Su inmersión. Oh, a menudo he pensado en esa escena en el desierto, cuando Cristo, hambriento y sediento, se sentó, ¡quizás sobre las nudosas raíces de algún árbol viejo!

Ayunó por cuarenta días. Estaba hambriento. Luego, en el extremo de Su debilidad vino el espíritu maligno. Quizás había ocultado su apariencia demoníaca en la forma de algún viejo peregrino y tomando una piedra dijo. “Agotado peregrino, si eres el Hijo de Dios, haz que esta piedra se vuelva pan”. Me lo imagino con su sonrisa pícara y su mirada maliciosa, mientras sostenía la piedra, y dijo “Si”, de manera blasfema, “Si eres el Hijo de Dios, haz que esta piedra se transforme en alimento para ti y para mí, pues ambos estamos hambrientos y será un acto de misericordia. Puedes hacerlo fácilmente, di tus palabras y se convertirá en un pan como el del Cielo. Nos alimentaremos de él y seremos amigos para siempre”.

Pero Jesús dijo, y de qué manera lo dijo, “El hombre no vive sólo del pan”. Oh, ¡Cristo venció maravillosamente al Tentador! Nunca hubo una batalla como esa. Fue un duelo mano a mano, un duelo entre dos, en el que el león campeón de la fosa y el poderoso León de la tribu de Judá pelearon. ¡Espléndido! Los ángeles observaban desde arriba el espectáculo, al igual que los hombres de antaño al ver un torneo de guerreros destacados. Allí, Satán reunió sus fuerzas. Aquí concentró todo su poder satánico para que pudiera derrocar la Simiente de la mujer en esta pelea, pero Jesús fue mucho más que un reto para él. En la lucha, lo venció y salió como un conquistador. ¡Cordero de Dios! Recordaré tu lucha en el desierto cuando combata con Satán. La próxima vez que tenga un conflicto con el Diablo, ¡miraré a Aquél que conquistó y rompió la cabeza del dragón con Sus poderosos golpes!

Además, te suplico que lo Recuerdes en Sus tentaciones diarias y pruebas, en esa lucha eterna por la que pasó. Oh, ¡qué poderosa tragedia fue la muerte de Cristo! ¡Y su vida también! Inició con una canción, y se terminó con un alarido “Consumado es” Empezó en un pesebre y terminó en una Cruz, pero oh, ¡El triste intervalo entre el inicio y el final! Oh, la oscura imagen de la persecución cuando Sus amigos lo aborrecieron. Cuando sus enemigos fruncieron su ceño ante Él mientras caminaba por las calles. Cuando escuchó el siseo de la calumnia y fue mordido por el diente asqueroso de la envidia. Cuando la calumnia dijo que tenía un demonio y estaba loco, que Él era un borracho y bebedor de vino, y cuando Su alma correcta fue vejada por los caminos de los impíos. Oh, Hijo de Dios, debo recordarte. No puedo evitar recordarte cuando pienso en aquellos años de fatigas y penas que viviste por mi bien.

Pero, ¿conoces mi tema preferido, el lugar donde siempre puedo recordar mejor a Cristo? Es un jardín sombreado lleno de Olivos. ¡Oh, ese lugar! Si tuviese suficiente elocuencia podría llevarlos hasta allá. Oh, si el Espíritu nos llevara a las montañas de Jerusalén, diría, vean, por allá pasa el arroyo de Isedrón, que el Mismísimo Rey pasó. Y allá pueden ver los olivos. Posiblemente, al pie de ese olivo es donde duermen los tres discípulos.

Y allá, ah, ¡allá veo las gotas de sangre! Esas gotas de sangre, ¿las contemplan? Recuérdenlas. No son la sangre de las heridas, son la sangre de un Hombre cuyo cuerpo no estaba herido Oh, mi alma, imagínalo cuando Se arrodilló en agonía y sudor, sudor porque lidiaba con Dios, sudor porque agonizaba con Su Padre. “Padre, si es posible, pase esta copa de Mí”. ¡Oh Getsemaní! Tus sombras son profundamente solemnes para mi alma. Pero ah, ¡esas gotas de sangre! Seguramente es el clímax de la miseria. Es el último de los poderosos actos de este maravilloso sacrificio. ¿El amor puede ir más allá de eso? ¿Puede rebajarse a mayores obras de misericordia? Oh, si tuviese elocuencia le concedería una lengua a cada gota de sangre, que sus corazones se rebelen contra su languidez y frialdad y hablen con una conmemoración ardiente de Jesús. Y ahora adiós, Getsemaní.

Pero ahora los llevaré a otro lugar donde contemplarán al “Hombre de Dolores”. Los llevaré al salón de Pilato y los haré ver a nuestro Señor soportando las crueles burlas de los soldados, el golpe de guantes de malla, los golpes de puños cerrados. La vergüenza, los escupitajos, la remoción del pelo, las crueles bofetadas. Oh, ¿no pueden ver la imagen del Rey de los Mártires siendo despojado de Sus harapos, expuesto ante la mirada de hombres con mirada desalmada? ¿Ven la corona sobre Sus sienes, con cada espina actuando como una lanza que penetra Su cabeza? ¿No ven Sus hombros lacerados y los huesos blancos saliendo de su carne sangrante? Oh, ¡Hijo de Hombre! ¡Te veo azotado y flagelado con palos y látigos! ¿Cómo puedo dejar de recordarte? Mi memoria sería más traicionera que Pilato, si nunca gritaba, Ecce Homo, “He aquí al hombre”.

Ahora, la escena de aflicción se termina con una vista del Calvario. Pienso en las manos perforadas y en el costado sangrante. Pienso en el sol abrazante y luego la oscuridad entera. Recuerdo la intensa fiebre y la terrible sed. Pienso en el alarido de muerte, “¡Consumado es!” y los lloriqueos que fueron su preludio. Este es El Objeto de recuerdo. Nunca olvidemos a Cristo. Te imploro, por el amor de Jesús, que le otorgues el primer lugar en tus recuerdos. No dejes que la Perla de Gran Valor caiga de tu descuidada mano en el oscuro océano del olvido.

Sin embargo, no puedo dejar de decir algo antes de dejar este recuerdo, y es que, hay algunos de ustedes que podrán recordar bastante bien lo que he dicho porque lo han escuchado y leído con frecuencia. Pero, aun así, espiritualmente no pueden recordar nada sobre Cristo ya que nunca se ha manifestado ante ustedes, y no podemos recordar lo que nunca hemos conocido. Gracias sean dadas a Dios, no hablo de todos ustedes, pues en este lugar hay un remanente divino según la elección de gracia y a ello me refiero. Quizás pudiera hablarles sobre alguna vieja granja, seto o cabaña. O si han vivido en Londres, pudiera hablarles sobre algún desván, o algún camino o calle oscura, donde conocieron a Cristo por primera vez. O de alguna capilla que hayan visitado y pudieran decir, “Gracias a Dios, puedo recordar el asiento dónde Él se reunió por primera vez conmigo y habló del amor a mi alma y me dijo que me había adoptado”.

“¿Recuerdas el lugar donde conociste a Jesús?”

Sí, y me hubiese encantado construir un templo en ese lugar y levantar un monumento allí, dónde Jehová, Jesús habló por primera vez a mi alma y Se manifestó ante mí. Pero Él se ha revelado ante ti más de una vez, ¿cierto? Y puedes recordar los lugares donde el Señor se ha aparecido ante ti, diciendo, “Te he amado con un amor eterno”. No todos recordarán ese momento, pero algunos de ustedes sí. Y estoy seguro de que me entenderán cuando digo, vengan y hagan esto en conmemoración de Cristo, en conmemoración de todas Sus visitas de amor, de Sus dulces palabras, de Su sonrisa triunfante, de todo lo que dijo y todo lo que comunicó a nuestras almas. Recuerden todas estas cosas esta noche, si es posible para la memoria recordar la gracia. “Bendice alma mía a Jehová, y no olvides ninguno de Sus beneficios”.

II. Habiendo hablado ya del Objeto de nuestro recuerdo, ahora hablaremos un poco sobre LOS BENEFICIOS DERIVADOS DE LA CONMEMORACIÓN AMOROSA DE CRISTO.

El amor nunca dice, “Cui bono” (que significa: “¿Quién se beneficia?” en latín). El amor nunca pregunta qué beneficio resultará del amor. El amor es de naturaleza desinteresada. Ama por el bien de la criatura que ama, y nada más. El cristiano no necesita argumentos para amar a Cristo, al igual que una madre no necesita de ningún argumento para amar a su hijo.

Una madre lo hace porque está en su naturaleza hacerlo. La criatura recién nacida debe amar a Cristo, no puede evitarlo. Oh, ¿Quién se puede resistir a los encantos sin igual de Jesucristo? El más justo de los justos, y el más amoroso de todos. ¿Quién puede negarse a adorar al príncipe de la perfección, el espejo de la belleza, el majestuoso Hijo de Dios? Aun así, puede sernos útil observar las ventajas de recordar a Cristo, pues no son pocas ni pequeñas.

Y primero, la conmemoración de Jesús te dará esperanza cuando estés agobiado por tus pecados. Vamos a pensar en algunos personajes esta noche. Allá viene una pobre criatura. ¡Véanlo! Se ha descuidado este mes. Parece que apenas ha comido su pan de cada día. ¿Qué te pasa? “Oh” dice, “He sentido culpa. He estado lamentándome una y otra vez, pues temo nunca ser perdonado, alguna vez pensé que era bueno, pero he estado leyendo la Biblia, y ahora me parece que mi corazón es engañoso por sobre todas las cosas y desesperadamente perverso. He tratado de reformarme, pero cuánto más lo intento, más me hundo en la miseria. No hay esperanza para mí. Siento que no merezco piedad, me parece que Dios debe destruirme, pues Él ha declarado, “El alma de todo el que peque morirá.” Así pues, debo morir, debo ser maldito, pues sé que he quebrantado la Ley de Dios.”

¿Cómo reconfortarían a un hombre así? ¿Qué suaves palabras le dirían para darle paz? ¡Lo sé! Le diré que recuerde a Cristo. Le diré que hay una persona que pagará la poderosa deuda de la miseria. Sí, te diré a ti borracho, malhablado, lo que sea que haya sido, te diré que hay una persona que ha hecho un desagravio completo por ti. Con tan sólo creer en Él, estarás a salvo para siempre. Recuérdalo, pobre criatura agonizante, y serás digno de la alegría y el regocijo. Miren, el hombre cree y en éxtasis exclama “Oh, venid todos los que temen a Dios y les diré lo que Él ha hecho por mi alma”.

“Diles a todos los pecadores
que he salido del Infierno”

¡Aleluya! ¡Dios ha borrado mis pecados! Ese es uno de los beneficios de conmemorar a Cristo. Nos da esperanza sobre el pecado y nos dice que aún hay misericordia.

Ahora, tengo otro personaje. ¿Y qué dice? “Ya no puedo soportarlo. He sido perseguido y maltratado por amar a Cristo. Se burlan y se ríen de mí. Trato de sobrellevarlo, pero ya no puedo más. Un hombre es un hombre, pisotea a un gusano y se volverá en tu contra. Mi paciencia me falla. Estoy en una posición particular en la que no es útil aconsejarme tener paciencia, pues ya no puedo tener paciencia. Mis enemigos me calumnian y ya no sé qué hacer”.

¿Qué le diremos a ese pobre hombre? ¿Cómo debemos darle paciencia? ¿Qué debemos predicarle? ¿Le diremos que otras personas han pasado por lo mismo? El dirá, “¡Todos son unos miserables consoladores!” No, yo le diré, hermano, eres perseguido, pero recuerda las palabras de Jesucristo, cómo nos habló y dijo “Regocijaos ese día y alegraos, pues vuestra recompensa será grande en el Cielo, pues así persiguieron a los profetas que vinieron antes de vosotros”.

¡Hermano mío! Pienso en Él cuando Él murió, suplicó por Sus asesinos y dijo, “Padre, perdónales, pues no saben lo que hacen.” Lo que debes soportar no es nada en comparación con Su poderoso sufrimiento. Toma coraje, enfréntalo como un hombre, no te rindas. No dejes que tu paciencia se vaya. Lleva tu cruz diaria y sigue a Cristo. Haz que sea tu lema, ponlo ante tus ojos. Y ahora, recibiendo esto, escucha lo que el hombre dice. Nos dice de una vez, “¡Hola persecución! ¡Bienvenida la vergüenza! Por Jesús, la desgracia será mi honor, y el desprecio será mi mayor gloria.

“Ahora, por amor a Su nombre,
¿Cuál fue mi ganancia? Cuento mi pérdida,
Derramo desprecio por toda mi vergüenza
Y clavo mi gloria en su cruz’”

Hay otro efecto de conmemorar a Cristo. Nos da paciencia bajo la persecución. Es un cinto para ceñir los lomos, para que nuestra fe perdure hasta el fin.

Queridos amigos, tomaría mucho de su tiempo si hablara sobre varios beneficios. Así que voy a hablar sobre una o dos bendiciones que podemos recibir. Nos dará fortaleza ante la tentación. Creo que hay momentos en los que cualquier hombre sentirá una terrible tentación. Nunca hubo un barco que navegara sobre las profundidades y que no tuviera que batallar de vez en cuando con una tormenta. Allí está el pobre bote, siendo azotado por las grandes olas. Vean como las olas lo empujan. El viento se ríe con desprecio. El Océano toma el bote con sus dedos y lo sacude de un lado a otro. ¡Vean cómo gritan de miedo los marineros!

¿Saben qué pueden hacer para que las aguas se calmen? Sí, una potente palabra lo hará. Que venga Jesús. Que el pobre corazón recuerde a Jesús y, poco a poco, el barco navegará, pues Cristo tiene el timón. Los vientos no soplarán más, pues Cristo les habrá obligado a cerrar sus poderosas bocas y a no volver a perturbar a Su hijo. No hay nada que pueda darte fortaleza en la tentación y ayudarte a sobrellevar una tormenta como esta, excepto el nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.

Entonces, ¿qué te dará alivio en cuando estés enfermo en cama?, ¡el nombre de Cristo! Les ayudará a ser pacientes a aquellos que esperan y les ayudará a soportar los sufrimientos con los que tienen que cargar. Sí, así será contigo, tendrás más esperanza en la enfermedad que en la salud, y encontrarás una bendita dulzura en la amargura del dolor. En lugar de sentir el vinagre en tu boca por los problemas, encontrarás la dulce miel en medio de las pruebas y problemas que Dios pondrá ante ti “Pues el da cánticos por la noche”.

Pero para cerrar con todas las ventajas de recordar a Cristo, ¿sabes en dónde tendrás el mayor beneficio de todos? ¿Conoces el lugar dónde te regocijarás de haber pensado en Él? Te llevaré allí. ¡Silencio! Están subiendo las escaleras hacia unas habitaciones solitarias. Las cortinas cuelgan. Alguien está allí llorando. Hay niños alrededor de la cama y hay amigos presentes. ¿Ves a quién está acostado allí? Eres tú, mira sus ojos, son los tuyos, sus manos son tus manos. Eres tú, ¡pronto llegarás allí! Eres tú, ¿lo puedes ver?

Es una imagen de ti mismo, esos son tus ojos que pronto se cerrarán al morir, tus manos quedarán rígidas e inmóviles, tus labios se secarán, y entre ellos colocarán gotas de agua. Esas son tus palabras que se congelan el aire y salen de tus labios agonizantes. Pienso si serás capaz de recordar a Cristo en ese momento. Si no puedes, te lo recordaré. Contempla a ese hombre frente a la cama, ¿ves sus ojos desorbitados? Sus amigos le rodean, le preguntan sobre lo que está viendo. El reprime la emoción. Les dice que no ve nada. Saben que hay algo ante sus ojos. Empieza de nuevo. ¡Buen Dios! ¿Qué es eso que veo? ¿Qué es eso que creo ver? ¿Lo es? Ah, ¡un suspiro! Y el alma se ha ido.

El cuerpo está allí. ¿Qué vio? Vio el flamante trono del juicio. Vio a Dios sentado sobre él con Su cetro. Vio libros abiertos. Contempló el Trono de Dios y vio a un mensajero blandiendo una espada para castigarlo. ¡Hombre! Ese eres tú. Pronto estarás allí. Esa imagen es tu propia imagen. Te he fotografiado para la vida Mírala. Allí estarás en unos años, sí, en unos cuantos años.

Pero si puedes recordar a Cristo, ¿Te diré lo que harás? Oh, sonreirás en medio del problema. “¡Adiós! ¡No lloren por mí! El buen Dios secará todas las lágrimas de todos los ojos”. Los que están alrededor quedan impresionados, “Prepárate para conocer a tu Dios y sígueme a la tierra de la dicha”. Ahora ha preparado su casa. Contémplenlo, como al buen anciano Jacob, apoyado sobre su bastón antes de morir. ¡Vean cómo brillan sus ojos! Él aplaude, se juntan a su alrededor para escuchar lo que tiene que decir. Él susurra, “¡Victoria!” y reuniendo algo más de fuerza, grita, “¡Victoria!” y al final, con su último aliento, “¡Victoria para Aquél que nos amó!” y muere. Este es uno de los grandes beneficios de recordar a Cristo, que se nos permite conocer la muerte con bendita compostura.

III. Ahora hemos llegado a la tercera parte de nuestra reflexión que es UNA DULCE AYUDA PARA LA MEMORIA.

En la escuela usamos unos libros que se llaman “Ayudas para la memoria” o recordatorios. Estoy seguro de que me dejaron perplejo, en lugar de ayudarme. Su utilidad era igual a la de un fajo de bastones bajo el brazo de un viajero, es cierto, podría usarlos uno por uno para caminar, pero debido a que carga varios, se le haría difícil cargar con todos. Pero nuestro Salvador es más sabio que nuestros maestros y Sus recuerdos son verdaderas ayudas para nuestra memoria. Sus obsequios de amor tienen un lenguaje inconfundible y captan nuestra atención.

Contemplen el misterio de la sagrada Eucaristía. El vino y el pan son los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús. El poder de la conmemoración consiste en la persuasión de los sentidos. Aquí el ojo, la mano y la boca encuentran una alegre función. El pan es saboreado y estimula el sentido del gusto, que es uno de los recuerdos más poderosos. El vino es bebido, el acto es palpable. Sabemos que estamos bebiendo y, en consecuencia, los sentidos que suelen estar obstruidos para el alma se vuelven vino para elevar la mente en contemplación.

De nuevo, mucha de la influencia de esta disposición se encuentra en su simpleza. Qué tan hermosamente sencilla es la ceremonia, el pan se parte y el vino se sirve. No hay cáliz, no hay patena, no hay anfitrión. No hay nada que cargue la memoria, sólo están el vino y el pan. No debe tener memoria alguna quien no puede recordar que ha comido pan y que ha estado bebiendo vino. Nuevamente, nótese el poderoso significado de estos símbolos, lo llenos que están de significado. El pan partido, tal como tu Salvador fue partido. El pan para ser comido, tal como Su carne fue comida por los gusanos. El vino fue sacado de las uvas pisoteadas, al igual que tu Salvador fue aplastado por el pie de la Justicia Divina. Su sangre es tu vino más dulce. Vino para alegrar tu corazón, al igual que la sangre de Jesús. Vino para fortalecerte y vigorizarte, al igual que la sangre del Poderoso Sacrificio. Oh, haz que el pan y el vino sean para nuestras almas una bendita ayuda del recuerdo del amado Hombre quién murió en el Calvario. Al igual que el pequeño cordero, ahora estás listo para comer el pan de tu Maestro y beber de Su copa. Recuerda la mano que te alimenta.

Pero antes de que puedas recordar bien a Cristo, debes pedir la ayuda del Espíritu Santo. Creo que debería haber una preparación antes de la Cena del Señor. No creo en la preparación de la Sra. Perfección que pasó una semana preparándola para luego encontrarme con que no hubo Sacramento el Domingo, dijo que había perdido toda la semana. No creo en ese tipo de preparación, pero sí creo en una preparación divina para la Cena del Señor, en la que podemos pasar una hora en meditación silenciosa sobre Cristo y Su pasión, de ser posible el Domingo. Cuando, especialmente en la tarde del sábado, sólo podemos sentarnos devotamente a contemplarlo, y entonces estas escenas se vuelven realidad, y no burlas, como lo son para algunos.

Temo enormemente que haya alguno de ustedes que coma el pan esta noche y no piense en Cristo, que algunos de ustedes beban el vino y no piensen en Su sangre, y los viles hipócritas que serán al hacerlo. Préstense atención a ustedes mismos “Aquél que come y bebe vanamente, sólo come y bebe condena para sí”. Es sencillo, ¡Preocúpense por lo que hacen! No lo hagan sin cuidado. Porque de todas las cosas sagradas en la tierra, es la más solemne. Hemos escuchado de algunos hombres que juntan para sacar sangre de sus brazos y beberla. Eso era lo más horrido, pero también lo más solemne.

Aquí deben beber la sangre de las venas de Cristo y sorber la corriente goteante que salía de Su bondadoso corazón. ¿Acaso no es algo solemne? ¿Alguien debería jugar con ello? ¿Ir a la iglesia y tomarlo a la ligera? ¿Venir y unirse a nosotros sólo para obtener caridades? ¡Cuidado con eso! ¡Es una espantosa blasfemia contra el Todopoderoso Dios y entre los condenados en el Infierno! Aquellos que se atrevan deben estar entre los peores por haberse atrevido a burlarse del santo sacramento de Dios. Esta es la conmemoración de Cristo. “Haced esto en conmemoración Mía”. Si no puedes hacerlo en conmemoración de Cristo, te suplico, si amas tu alma, que no lo hagas. Oh, hombre o mujer regenerada, no entren a la corte de los sacerdotes, para que el Dios de Israel no se moleste ante la intromisión.

IV. Y finalmente para cerrar. Aquí está UN GENTIL MANDAMIENTO “Haced esto en conmemoración Mía”. ¿Para quién aplica este mandamiento? “Haced esto”. Es importante responder esta pregunta, “Haced esto”. ¿A quién va dirigido? A ustedes que confían en Mí. “Haced esto en conmemoración Mía”. Bien, ahora deben suponer que Cristo les habla esta noche. Y Él dice, “Haced esto en Conmemoración Mía”. Cristo los observa en la puerta. Algunos de ustedes se van a casa y Cristo piensa, Me parece que dije, “Haced esto en conmemoración Mía”. Algunos de ustedes siguen en sus asientos como espectadores. Cristo se sienta contigo y dice, Me parece que dije, “Haced esto en Conmemoración Mía”. “Señor, sé que lo hiciste”. “¿Me amas entonces?” “Sí, te amo, Te amo Señor, sabes que es así”. “Pero, yo dije que vayas allá y comas el pan, y bebas del vino”. “Pero no me gusta Señor. Debo estar bautizado si me uno a esa Iglesia, y tengo miedo de resfriarme, o de que me miren. Tengo miedo de estar ante la Iglesia, pues creo que me pueden hacer preguntas que no podré responder”.

“¿Qué?” pregunta Cristo, “¿Es esto lo que me amas? ¿Este es el afecto que sientes por tu Señor? Oh, qué frio para Mí, tu Salvador. Si te hubiese amado así, estarías en el infierno, si ese fuese mi afecto, no debería haber muerto por ti. Un gran amor llevó a una gran agonía, ¿y esta es tu gratitud hacia Mí?” ¿Algunos de ustedes no se avergüenzan de esto? ¿No dicen en sus corazones, “esto está realmente mal” Cristo dice “Haced esto en conmemoración Mía?” ¿Y no se avergüenzan de ser así? Dejo abierta la invitación a cualquier amante de Jesús para que venga a esta mesa.

Les suplico que no renieguen del privilegio al rechazar unirse a la iglesia. Si aún viven en el pecaminoso rechazo de esta ordenanza, permítanme recordarles que Cristo ha dicho, “Aquél que se avergüence de Mí en esta generación, de él me Avergonzaré cuando vaya a la gloria de Mi Padre”.

Oh, soldado de la Cruz, ¡no actuar es de cobardes! Y para no llevarte a ningún error, debo añadir una cosa más y luego habré terminado. Cuando hablo de que recibas el sacramento de la Cena del Señor, no imagino que supongas que hay algo salvador en ella. Algunos dicen que la ordenanza del bautismo no es esencial, así como la ordenanza de la Cena del Señor, no es esencial, si lo vemos desde el punto de vista de la salvación. ¿Ser salvado por comer un trozo de pan? Patrañas, ¡disparates sin sentido! ¿Ser salvado por una gota de vino? ¿Por qué? ¡Es demasiado absurdo para que el sentido común admita alguna discusión al respecto!

Sabes que es la sangre de Jesucristo. Es el mérito de Sus agonías. Es adquisición de Sus sufrimientos, es lo que hizo, lo único que nos puede salvar. Entrégate a Él, entrégate totalmente, y serás salvado. ¿Conoces, pobre pecador condenado, el camino a la salvación? Si alguna vez te viera en el otro mundo, podrías decirme, “Pasé una noche escuchándote señor, y nunca me dijiste cuál era el camino al Cielo.” Bueno, lo escucharás.

Cree en Jesucristo nuestro Señor, Cree en Su nombre, encuentra refugio en Su Cruz, confía en el poder de Su Espíritu, confía en Su rectitud y estás salvado más allá de la venganza de la Ley, o del poder del Infierno. Confía en tus propias obras y estarás perdido.

Ahora, glorioso Hijo de Dios, nos acercamos a tu mesa para alimentarnos de las viandas de gracia. Permite que cada uno de nosotros, en confianza con Tu Espíritu, exclame las palabras de uno de tus propios poetas.

“¿Te recuerdo a ti y todos tus dolores
Y todo tu amor por mí? Sí,
mientras haya pulso o aliento, te recordaré.
Y cuando estos labios se oscurezcan
Y el pensamiento y los recuerdos desaparezcan
Cuando vengas en tu reino,
Jesús, ¡acuérdate de mí!”

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